Uno de los más graves problemas de nuestra gente es que se ofende, y hasta pelea, cuando se le regula el campo, porque no entienden que somos, los demás de los demás.
Esta semana tenemos un ejemplo importante de la intolerancia, por un lado, y por el otro, del irrespeto a las reglas de convivencia y al acatamiento de las disposiciones emanadas se los organismos del Estado.
Las quejas sobre el manejo, sobre la administración de la Ley Electoral, son constantes. Desde siempre el problema ha estado en la Junta. Es algo así como que cuando no es Juan es Juana, que no es paja ni es plomito y que andamos entre Lucas y Juan Mejía.
Es constante que la ley faculta a la Junta Central Electoral a organizar todas las actividades en materia electoral, por lo cual ha tenido bajo su dirección el inicio de las campañas electorales, lo cual tiene razones obvias: evitar la contaminación del ruido de la actividad proselitista, evitar los atascos de tránsito que se producen con el caravaneo, disminuir las posibilidades de roces, disputas, peleas entre quienes abogan por uno u otro candidato, disminuir la contaminación visual producto de afiches, pancartas, desplegados, cruzacalles, grandes vallas publicitarias, etc.
Saltarnos las reglas ha sido una malsana y continuada constante en la vida nacional. El gran poeta venezolano Andrés Eloy Blanco lo dijo de esta manera en carta a su amigo UdónPérez: lo malo de nuestras leyes Udón/es que el otro nunca tiene razón.
En el caso actual la Junta Central Electoral intenta poner orden en la actividad política electoral a cielo abierto, en las calles, en los caminos. La disposición del organismo no puede prohibir la celebración de actividades electorales, o de cualquier índole cuando se realicen bajo techo y eso está bien, la campaña electoral constante no contribuye al sosiego, al trabajo, a la tranquilidad, cuando uno escucha una y otra vez una dichosa guagua anunciadora o un “discolai” perifoneando las bondades de un candidato o de un partido.
Me parece torpe y retorcido el argumento de que la Junta viola la Constitución al regular la actividad electoral fuera de tiempo, cuando faltan casi dos años para las elecciones generales.
La misión de la Junta Central Electoral es, precisamente, regular todo lo relacionado con la actividad electoral en todo momento, en todo tiempo.
Me parece extraña la bravata de Leonel Fernández quien quiere aparentar ser desafiante, aunque para las elecciones del 2012 ordenó, o fue cómplice de que coroneles y generales abusaran de su fuerza y de la tropa con la que amenazaron a candidatos de la oposición y usó la Junta Central Electoral para toda suerte de diabluras.
Esa pose electorera no le cuadra.