La Brillante Navidad no se negocia

La Brillante Navidad no se negocia

Con esas palabras del título de este escrito respondió el Alcalde del Distrito Nacional a una pregunta que un connotado comunicador le hizo en un programa de televisión.

Y es verdad, la Brillante Navidad no debe negociarse porque el Parque del Conservatorio ahora llamado Iberoamérica es un sitio publico, para deleite de todos, no para el uso de un comercio que durante 38 días daña la tranquilidad de un sector capitalino que trata de vivir en paz y pasar una Navidad como cualquier ciudadano tiene derecho a pasarla: sin caos, sin desorden en las calles y aceras, sin bulla, sin bocinas durante seis horas cada noche, con respeto a las viviendas privadas que muchas han sido adquiridas fruto de años de trabajo.

La Brillante Navidad es un negocio para el Alcalde quien trata de disfrazarla con un cinismo impresionante, diciendo que es una forma de brindarle alegría a los desposeídos y a los capitaleños que necesitan un lugar de esparcimiento. Para colmo se atreve a decir que este parque fue diseñado para ese espectáculo, sin reconocer que antes de su gestión era un parque zoológico y botánico y que él se ha encargado de desnaturalizarlo, destruyendo muchos árboles y áreas verdes, sustituyendo el asfalto y el cemento por la grama y el verdor de un verdadero parque. Mas bien está llevando el parque a un parquicidio. Gasta en un mes lo que no gasta en un año en iluminar otros barrios de la Capital, ni siquiera en el mismo parque, el cual, en el área de la avenida Tiradentes, se mantiene oscuro para los que van a ejercitarse de noche. No es capaz ni siquiera de respetar el Conservatorio y la Escuela de Música que estaban antes que él y que son instituciones que verdaderamente le aportan a la cultura dominicana. Sitios que necesitan silencio y tranquilidad para funcionar.

Lo que el Alcalde ejerce es abuso de poder. Es un individuo que no conoce las normas de la civilización y las leyes que protegen a los ciudadanos a los cuales él se debe porque no fue electo por mandato divino. No, Roberto Salcedo, el Parque del Conservatorio, no es su negocio.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas