La brújula y la ruta

La brújula y la ruta

Todas las semanas oímos declaraciones despampanantes de destacados políticos europeos; o leemos alguna noticia truculenta procedente de México: el Chapo Guzmán ha decapitado diez personas y colocado las cabezas en fila para amedrentar a sus enemigos; la policía ha tirado en una fosa común cuarenta estudiantes de bachillerato. Otras veces las opiniones más chocantes nos vienen de parte de economistas de los bancos centrales y organismos internacionales. La directora del FMI no tiene empacho en decir que en nuestro tiempo los viejos viven demasiado; el ministro japonés de economía afirma que los viejos “deben darse prisa en morir”, para beneficio de “la economía global”.
En los Estados Unidos, la actual campaña electoral se ha convertido en un concurso de groserías; el colofón lo ha puesto la cantante Madonna, quien ha ofrecido “sexo oral” a todos los hombres que voten a favor de Hillary Clinton. La gente ha terminado por acostumbrarse a la grosería, la vulgaridad o la inepcia desfachatada. En España, los políticos han declarado “el suspenso” colectivo en toda la península ibérica. La guerra de Siria, la afluencia de inmigrantes al Este de Europa, los naufragios en el Mar Mediterráneo, ponen los pelos de punta a las personas que esperaban una mayor dosis de sensatez en el mundo.
¿Qué orientación tienen hoy los asuntos políticos y económicos conectados a la convivencia internacional? ¿Cómo es posible que la UNESCO, un organismo de la ONU dedicado a la ciencia, la educación y la cultura, afirme que los judíos no tienen nada que ver con Jerusalén? En 1948 la ONU emitió un mandato internacional restituyendo a los judíos el territorio donde se estableció el actual Estado de Israel. Después, israelíes y palestinos han peleado varias guerras, cruentas y dolorosas.
La brújula, cuya invención se atribuye a los chinos, sirve para orientarnos en cualquier travesía. Pero los navegantes deben querer trazar una ruta y nunca perder el Norte. El viejo astrolabio se utilizaba para lo mismo: para medir la altura de una estrella que nos aclarara el camino. Brújula y astrolabio eran en el pasado, como el GPS de la actualidad. Los abusos y disparates son tan grandes, que rozan la locura. Hemos perdido las guías del astrolabio.

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