Cuando las lágrimas resbalaron de la mejilla del gigante pelotero de Haina el pasado lunes en el montículo del Fenway Park, luego de la eliminación de los Media Rojas de Boston frente a los Indios de Cleveland, en ellas se conjugaron los momentos de gloria y de tristeza de uno de los deportistas dominicanos con la fama mejor ganada y protegida, un ícono de la dominicanidad: David Ortiz.
El toletero de Haina, y a quien en sus inicios los Mellizos de Minnesota no le vieron ninguna condición al canjearlo, es un ejemplo vivo de voluntad, enfoque, sacrificio, humildad, carisma, perseverancia, pero, sobre todo, el de un hombre que exhibe los valores que sus padres inculcaron.
El Big Papi, apodo que se le dio en las temporadas excitantes de confrontación de su equipo, Medias Rojas de Boston, contra sus archirrivales Yanquis de New York, culminó una carrera paradigmática que le augura un lugar en el Salón de la Fama de Cooperstown junto a Juan Marichal y Pedro Martínez. Y no es para menos, pues la recomendación al equipo de Boston para que lo contratase vino de otro grande, Pedro Martínez.
David, un ícono del béisbol latino, a sus 40 años se retira por la puerta grande preservando una reputación que cultivó con su esfuerzo y dedicación.
Todos los homenajes organizados en cada uno de los estadios que visitó son más que merecidos. El quisqueyano tiene en su haber que fue elegido diez veces para el Juego de Estrellas, tres veces campeón de Serie Mundial, siendo su bate fundamental en la victoria de Boston en el primero de ello, en 2004, para romper una racha sin campeonato desde 1918; en los demás triunfos de Serie Mundial, el madero de David se hizo sentir; tiene un promedio de bateo de por vida de 286, 541 cuadrangulares, 1,768 carreras empujadas, dos premios MVP, ganó un Jonrón Derby, ocupa el lugar número 15 de todos los tiempos en cantidad de doble, miembro del club de los 50 cuadrangulares, ostenta el récord de más vuelcacercas de su equipo con 53, es el pelotero de más jonrones para un bateador designado. En fin, el gigante de Haina no solo atesora números de súper estrella, sino que fuera del terreno acumula estadísticas con labores humanitarias a través de su fundación a favor de niños pobres con problemas de cardiopatía.
Sus hazañas han provocado en él un cambio en su actitud humilde.
Cuando el periodista y escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza entrevistó a su compatriota Gabriel García Márquez, esa conversación se editó como “El olor de la guayaba”, en la que uno de los valores que resaltó el Gabo en ella fue cómo manejar fama, dinero y prestigio y seguir teniendo los pies sobre la tierra, como David Ortiz.