La búsqueda y los dilemas

La búsqueda y los dilemas

Tradicionalmente nuestras elecciones se han centrado en la selección de una persona (el presidente) para que, mediante el control del Poder Ejecutivo, maneje el país. Los senadores, diputados, alcaldes y regidores, son como mini-presidentes, también electos, que, aparte de sus respectivos salarios, manejan alguito que les cae en presupuestos, exoneraciones, cofresitos, barrilitos, regalitos (comisiones) y trafiquito de influencias.

El primer dilema surge cuando los ciudadanos, que mediante nuestros votos seleccionamos a esos representantes, tomamos conciencia de que cargamos directa o indirectamente con el peso de las vagabunderías en el ejercicio de sus funciones, infiriendo que “si ninguno sirve, tampoco servimos los que votamos por ellos”.

Cuando llega otro período electoral, los sobrevivientes del trauma del período anterior, buscamos a alguien “que valga la pena”; confiamos en que el partido, los candidatos y sus acólitos, mejorarán su desempeño y volvemos a votar. Como consecuencia, el mismo desengaño, la pérdida de fe y rechazo al sistema por alternativas fracasadas.

El nuevo dilema se presenta cuando jóvenes creadores de esperanzas se abrazan, se asocian o se venden a los viejos sinvergüenzas, corruptos y estafadores de la voluntad popular, y todos, arropados con la sábana de la vagabundería, nos descalificamos mutuamente, buscando un “redentor” serio, capaz de dirigir una nación de irresponsables, imitando colectivamente a Diógenes, quien cínicamente simulaba buscar con una lámpara, a plena luz del día, a un hombre honesto.

Y el gran dilema surge: Un hombre honesto, honrado, es casi imposible que desee ser líder de varios millones de corruptos y corruptores y, si por ayudar a la mayoría decide incursionar en política, fracasó, porque ahí mismo pierde su reputación de serio.

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