La cabeza de una juez o el precio de la ineficiencia

La cabeza de una juez o el precio de la ineficiencia

Por haber dispuesto la libertad de Sobeida Félix, medida de coerción prevista en la ley, algunos sectores, sobre todo del gobierno y del ministerio público, están pidiendo la cabeza de la Juez Rosanna Vásquez, del Séptimo Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional. Para requerimientos como éste debe comprobarse que ella ha cometido actos indebidos. Me niego a creer que esa juez haya actuado por razones ajenas a las que le dictaron su convicción.

Al variar la medida de coerción, de prisión provisional, a la presentación de una garantía económica por 5 millones de pesos y a la presentación periódica por ante el Fiscal del Distrito Nacional, la juez Rosanna Vásquez lo que hizo fue hacer uso del menú que ofrece el Código Procesal Penal en su artículo 226. Asimismo, para decidir en torno al peligro de fuga de dicha imputada, tuvo en cuenta circunstancias previstas en el artículo 229 del mismo instrumento normativo: arraigo en el país, determinado en su caso por el núcleo familiar, pues tiene dos hijos de 4 y 9 años, por un lado, y en segundo lugar por tener domicilio conocido en el país.

Se podría afirmar, no sin mucha razón, que la juez, al momento de deliberar, debió tomar en cuenta también la pena imponible en caso de condena, que, por tratarse de lavado de activos y posiblemente agravado, por la presumible participación de grupos criminales organizados y por posiblemente haberse cometido el delito en asociación de dos o más personas, podría alcanzar la pena de reclusión de hasta 20 años. Igualmente se puede argumentar que el daño a resarcir es de singular importancia.

Pero de ahí a querer crucificar a una magistrada, que, por su recia formación, su integridad y desempeño responde al perfil del juez que merece el respeto de toda la ciudadanía, hay mucha distancia. Ella tomó una decisión, no para ser graciosa con el ministerio público, ni con las agencias del Estado encargadas de la lucha -por demás sesgada- contra el narcotráfico y sus derivados, como el lavado de activos, sino que tiene fundamento en diversas normas de derecho.

En lo particular pienso que el escándalo creado alrededor de este caso es una clara manifestación del solapamiento de la verdad que se esconde tras el ataque velado y despiadado para el Poder Judicial por parte de las agencias del Estado llamadas a evitar la fuga de quienes estén siendo sindicados de hechos como el atribuido a Sobeida Félix.

La verdad que parece siempre estar detrás de todo esto es la incapacidad, la complicidad y la ineficacia de importantes agentes del Estado, que no pierden ninguna oportunidad para que la humareda siga tapando el fuego intenso de corrupción vergonzosa que permite que la delincuencia organizada tenga la bendición de muchos de los que están llamados a evitar que esos males se propaguen como la verdolaga, en nuestro país.

Es más fácil, como siempre, atribuir y pedir la cabeza de jueces que, como Rosanna Vásquez, lo que hacen es aplicar la norma vigente, dando razones, argumentos y fundamentos suficientes en las decisiones tomadas. Yo quisiera escuchar a esas agencias del Estado, que ahora están tan preocupadas por la evasión de la justicia de una imputada de lavado de activos, alarmadas por el antro de corrupción que, cual monstruo de siete cabezas, expande sus fauces, por muchos de los estamentos del Estado. Quisiera verlas investigando, acusando y procurando sanción contra los que están por detrás de Sobeida Félix y sus conmilitones, facilitando, procurando, repartiendo, colaborando, abriendo puertas y cielos, por paga, para que los lavadores y narcotraficantes puedan realizar a sus anchas sus actividades delincuenciales. Espero ver a todas esas agencias escandalizadas por el rendimiento que tienen los salarios de los funcionarios públicos que, al parecer, se multiplican como el milagro de los panes y de los peces.

Jueces que al tomar sus decisiones actúen con independencia, sin miedo, con firmeza, que no muestren señales de genuflexión, arrodillamiento, abyección, servilismo y humillación, que no atiendan los reclamos de crucifixión anticipada, que no se arredren más que ante el cumplimiento cabal de su deber y de las normas, que no miren para la acera del frente (Poder Legislativo o Poder Ejecutivo y sus instituciones) o la de arriba (Suprema Corte de Justicia), Jueces dignos, aptos y probos, como la juez Rosanna Vásquez, son los que necesitamos para poder seguir creciendo y madurando como país.

Nunca antes he visto tanta preocupación por parte de las agencias de seguridad del Estado que quieren tapar su ineficiencia desviando la atención hacia el litoral de una juez de la instrucción que lo ha hecho es cumplir con el mandato de la ley.

No tengo la oportunidad de ser amigo de la magistrada Rosanna Vásquez, pero defiendo su actuación. Le pido que no se amilane ante la fuerza de la opinión interesada de tantos que pretenden crear una opinión pública inexistente o que se disfraza de opinión pública, pero que pretende sean tapados quienes patrocinan y apoyan, por pingües beneficios particulares, sus actuaciones y complicidades insanas. Aquí mucha gente sabe que es lo que se quiere esconder con estos humos de intolerancia.

No nos chupamos el caramelo. Estamos muy, pero muy claros…

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