Cuando se inician procesos de inversión de valores, estos se producen a casi todos los niveles. Es cierto que hay determinados segmentos de la sociedad que por su naturaleza son mejores caldos de cultivos y les ofrecen mayores oportunidades de desarrollarse, pero eso no quiere decir que los demás estén al margen de esos procesos de descomposición, puesto que se crean ramificaciones que como malezas parásitas van tejiéndose poco a poco y cubriendo las plantadas, evitando que broten nuevas ramas que fructifiquen buenas costumbres.
Por tales razones, resulta ingenuo suponer que en medio de procesos de infección moral haya organismos o instituciones inalcanzables por la plaga, y eso resulta altamente peligroso, porque entonces nadie les presta la atención debida. Igual que creer que las drogas y lavado son solo asuntos de barrios y tigüeraje, es un error suponer que la corrupción solo existe en determinadas oficinas públicas, pero mucho peor es crear y difundir la idea de que el sector privado constituye la panacea a todo lo que implica ineficiencia y corrupción, puesto que se trata de pensamientos que obedecen a concepciones elitistas equivocados.
Durante mucho tiempo, por miedo o razones desconocidas, muy pocos se atrevían a decir que los organismos militares, de seguridad y control estaban infectados por la corrupción y complicidad; igualmente en la justicia y otros. Incluso se ha hecho creer que algunos de ellos están realmente blindados contra la delincuencia, por eso resulta importante tomar conciencia de que cuando se asoman vientos negativos en contra de la moralidad, todos los estamentos están amenazados.
Porque la gente puede callar si le conviene o le importa poco, pero nadie es tonto al extremo para no darse cuenta del rápido progreso de algunos que lucen niveles de vida que no se compadecen con lo que producen, ganan o han hecho en sus vidas, incluyendo militares, empleados, funcionarios, jueces, no solo políticos.
Para muchos cuesta trabajo imaginar que solo a base de unos cuantos años de salarios, les rinda tanto como para hacer fortunas, cuando a la mayoría que realiza actividades similares, se les hace imposible, incluso cumplir con sus obligaciones familiares. Ni siguiera sus hijos y subalternos son ajenos a esos fenómenos que les permite tan rápidamente forrarse de dinero. Y los subalternos de ayer, son los jefes de hoy, o aspiran a serlo.
Y cuando aceleradamente han adquirido dinero y bienes por cualquier vía, boronean; se hacen de quienes los defiendan; compran conciencias y hacen donaciones. Y se les agradece. Y escalan niveles sociales superiores. Y se hacen miembros de clubes. Y se asocian con los otros. Y pasan a ser buenos. Y algunos hasta salpicados con agua bendita. Y todas esas acciones, asociaciones y agradecimientos se van tejiendo. Y así comienza a crearse la cadena de la complicidad y la impunidad.
Y esa es la maleza que hay que erradicar, comenzando por las cúspides miopes, que no quieren ver más allá de sus bonanzas individuales.