La caldera cívica en ebullición

La caldera cívica en ebullición

Las acciones  que están  cometiendo los políticos en contra de la ciudadanía, con sus flagrantes abusos y asaltos el erario, para buscar ventajas económicas desde sus cargos, han ido cocinando un peligroso brebaje de inconformidad cívica, que en algún momento podría desestabilizar al país y empujarnos a situaciones que ya  vivimos hace años.

La ceguera de los políticos, arropados de un bienestar económico admirable con nominillas, barrilitos, contratos adulterados, comisiones y con un presupuesto de la nación atractivo por ingresos superiores a los 300 mil millones de pesos anuales, ha hecho perder la sobriedad y la prudencia a más de un político encasillado en cargos electivos o nombrados, prefirieron darle las espaldas al país y con un ¡no me importa! O un ¡y qué! hacer y deshacer en contra de los recursos que deben ser del bien común.

Los políticos, en sus comodidades económicas, viven pisoteando a una ciudadanía indefensa, que siente cómo se le quiere utilizar, sin ver o recibir los beneficios de una maquinaria estatal, que debería proteger a la ciudadanía y administrar adecuadamente los recursos que se reciben de la población.

El que los jóvenes se hayan agrupado en un movimiento de ¡estoy jarto!, el que Participación Ciudadana, FINJUS, ANJE, empresarios de todos los calibres, religiosos alcen su voz de insatisfacción por esa soberbia y arrogancia manifiesta de las autoridades para imponer sus pareceres hasta en connivencia con dirigentes de la oposición, revela que el estallido del malestar podría ocurrir en el momento menos pensado y más ahora en la forma tan deportiva de cómo se cocina la nueva Constitución.

Las señales de los tiempos, y del momento dominicano, no son percibidas por el grupo político, ahíto de riquezas y de engorde en el disfrute del poder. El ciudadano enfrentará dudas a la hora de por quién votar en mayo próximo, cuando las ofertas son más de lo mismo. Y más ahora, que por complacer a los legisladores para aprobar la Constitución, se les ha extendido a seis años su período, por lo cual son todos que quieren quedarse y otros tantos para desplazarlos.

El disgusto cívico está latente en todas partes, en particular entre la clase que genera riquezas, trabaja, paga impuestos y posee más recursos económicos que han visto cómo sus ingresos han disminuido y sus negocios están en decadencia o han quebrado. El disgusto aumenta ante la indiferencia del gobierno para hacerle frente, y prevenir perjuicios por la presión internacional buscando la fusión de los dos países de la isla.

La gran avalancha de costosos espectáculos artísticos, que cada fin de semana es ofertado a un público ávido de diversiones, y que no se sabe de dónde consiguen tanto dinero para asistir masivamente a los mismos, pudiera ser un somnífero para mantener la calma en la población y olvide sus penurias, prefiriendo estar en chercha del fin de semana o con las cervezas en los colmadones, sin convertirse en parte activa de reclamar que se gobierne con austeridad, responsabilidad y sabiduría para el desarrollo nacional.

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