La caldera de los conflictos

La caldera de los conflictos

TEÓFILO QUICO TABAR
Nuestro país está viviendo de manera irreal un período que lleva algunos a pensar que se están consumiendo alimentos que causan somnolencia o aletargamiento que impiden ver y comprender, que mientras las llamadas clases bajas se reproducen aumentando la carga social, cada día con menos posibilidades de salir de su estado de miseria, las clases medias que representan la caldera de los conflictos padecen en forma directa y consciente, los efectos de lo que se llama progreso y modernismo sin muchas expectativas de alcanzarlos, mientras los dirigentes, para ignorar los problemas o ante su ineficiencia para solucionarlos, inventan temas, crean ilusiones, proclaman reformas y recurren a supuestos conflictos que no representan soluciones de nada.

La mayoría del país se debate en el drama de su propia incapacidad de participar productivamente. Hay poblaciones y sectores que solo tienen como signo la carencia de todo, comenzando por privaciones de elementos fundamentales o adecuados como los de trabajo, alimentación, vestido, vivienda, salud, pero con deficiencias mucho más profundas, como son la falta de educación a niveles aceptables y de conocimientos básicos, así como su imposibilidad de intervenir en los procesos reales de decisión y la incapacidad de participar en cualquier acción que signifique superación y desarrollo.

Personas que no pueden ser sujetos económicos, por la incapacidad de producir y casi de consumir. Personas que sin querer admitirlo, se alejan cada día más de las posibilidades de incorporarse al llamado progreso que de tanto se habla y que tan poco les ofrece.

La falta de participación es igualmente parte de la vida de una importante franja de la población enmarcada dentro de la clase media, dividida y azotada; por un lado por los rigores que les impone el constante bombardeo de una sociedad consumista y derrochadora, que no les permite alcanzar siquiera parte de los niveles de expectativas que se les crean y casi se les exigen, y por el otro, porque siendo más consciente, sus penurias aumentan. Sus reducidos ingresos les permiten diferenciarse de la clase baja y gozar de unos privilegios y beneficios, pero les crea una carga muy pesada ante sus deseos de superarse y escalar el peldaño siguiente.

La clase media consume más calorías que la baja y puede comprar ropa de «marca» para estar a la moda. Tiene acceso a centros de salud que les proporcionan casi siempre las empresas donde laboran. Sus viviendas son mejores con tendencia a la superación y cuentan con vehículos privados (algunos). Sus hijos asisten a colegios privados y adquieren educación de mejor nivel. Tienen cisternas, cable T.V., computadoras, inversores y pueden de vez en cuando llevar a sus hijos a un lugar de esparcimiento. A este grupo, al que pertenecen muchos de los académicos, profesionales y en particular los que por su desarrollo humano podrían ejercer un papel eficiente en las soluciones de los problemas sociales, está adormecido, dividido, adocenado y comprometido en gran medida por los que han usufructuado el poder en sentido absoluto. No solamente el político, que muchas veces no pasa de ser una formalidad, sino por el verdadero poder que dirige, ordena, traza pautas y dispone estrategias.

Reducidos grupos de la población total constituyen las clases dirigentes. Sobre ellos recae primordialmente la obligación de generar las soluciones. Los que gobiernan, los que conducen los partidos políticos, los líderes religiosos, económicos, empresariales, industriales, gremiales y sindicales. Son los comunicadores, los periodistas, los intelectuales y en especial los que detentan el capital y los recursos, los más llamados a evitar que se produzca más división y mayores distanciamientos entre los grupos que conformamos la sociedad dominicana.

Mientras un grupo aumenta sus caudales y disfruta de mayores beneficios, muchos por vía de la política condescendiente, rompiendo todas las normas de la ética y la prudencia, las mayorías de la clase baja y parte de la clase media aumentan sus penurias y ven alejarse las esperanzas de quienes les crearon ilusiones y les prometieron mejorías.

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