La calladamente cacareada auto-censura

<P>La calladamente cacareada auto-censura</P>

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
j.baez@codetel.net.do 
Los periodistas dominicanos muchas veces no queremos reconocer que, pese a todas sus deficiencias, la prensa criolla es de las más libres del mundo. En pocos países hay tanta libertad que hasta se hace corriente que haya ciudadanos cuyo oficio diario es insultar a las autoridades, desde el Presidente hasta algún regidor, sin que ocurra alguna consecuencia desdorosa de la libertad.

Como en todas las prensas libres del mundo, hay algún grado de auto-censura. Pero se trata de la auto-censura que imponen la prudencia, las leyes y los límites culturales del respeto a la honra de cada ciudadano.

A mí me parece increíble que la prensa preste sus espacios para que distintos políticos se insulten, llamándose unos a otros ladrones, mentirosos y otros epítetos, pero al mismo tiempo guarde un recato monacal al nunca hurgar en las vidas privadas de personas públicas, algo usual en las democracias más avanzadas.

 Igualmente, un mal entendido sentido de prudencia envuelve a la gran prensa en una suerte de conspiración de silencio en torno a ciertos temas. Por ejemplo, el PRSC y el PRD despotrican diariamente contra la honra personal del Presidente Fernández, llegando al extremo de haberlo acusado de “desaparecer” los US$130 millones de la Sun Land, y la prensa gozosamente sirve de caja de resonancia para esa acusación tan tremenda.

Al mismo tiempo, el candidato del PRSC viola la ley al mantenerse en su cargo de jefe de la Liga Municipal, sin asomo de crítica, y el candidato del PRD disfruta de una exoneración de cargos a priori en el tema de su reiterada mención por la prensa española como grueso cómplice del lavado de los fondos ilícitos del escándalo de Marbella, España.  Como puede verse, en ambos casos la llamada auto-censura no opera en beneficio del Gobierno ni del PLD, sino al revés.

Otro asunto inexplicable, al menos para mí, es que periódicos que quisieran preciarse de serios, mendiguen publicidad del Gobierno en vez de denunciar o investigar cómo y por qué se premia a ciertos señores con millonadas afrentosas.

Si la denuncia estuviese acompañada de una renuncia a beneficiarse del pastel, fuera más creíble. Lo otro es una malacrianza en búsqueda de consuelo.

Para mi el mayor pecado colectivo de la prensa criolla es que olvidamos a quien nos debemos: los lectores. El público nos merece mejores, pero a veces no ayuda…

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