La calle Doctor Delgado

La calle Doctor Delgado

Que nadie se haga ilusiones de que los ocupantes del Palacio Nacional y del Ayuntamiento del Distrito Nacional conocen la historia de la calle Doctor Delgado y de sus frondosos árboles. La política de tierra arrasada en nombre del enriquecimiento súbito es lo que ahora rige las decisiones municipales sin tomar en cuenta los orígenes y el desarrollo de la ciudad.

Debieron haber investigado para descubrir que esa calle fue la primera unión directa de la parte baja de la ciudad con la parte alta de la misma. O lo que es lo mismo decir, sirvió de vínculo Norte-Sur entre las avenidas Independencia y San Martín cuando la capital era chiquita. No fue fácil lograrlo porque esa vía tendría que seguir el lindero que separaba las propiedades de don Lico Lugo y del señor Haim López Penha, al Sur de la avenida Bolívar. Las discusiones entre estos propietarios se extendieron por años. Empezaron en 1922 cuando aparentaba regir el país el gobierno provisional de Juan Bautista Vicini Burgos y terminaron después del retiro de las tropas invasoras de Estados Unidos en 1924, durante el gobierno de Horacio Vásquez. Sus árboles engalanaban esa calle donde moraban personajes importantes de la política y militares de alto rango. A nadie sensato se le ocurrió en más de setenta años, depredar ese magnífico bosque urbano.

Sin embargo, en esta gestión municipal los funcionarios son capaces de tomar medidas que a ningún idiota se le ocurrirían. Trece árboles fueron mutilados y sacados de raíz en la calle Doctor Delgado en una operación relámpago de fin de semana. Los troncos debieron permanecer como símbolo y recuerdo de la estupidez y de la falta de respeto a la historia de la zona llamada La Generala dentro del sector de Gazcue. Pero siguieron trabajando durante la semana para desaparecer la evidencia del crimen cometido. Pensarán que somos idiotas. Los flamboyanes de la Doctor Delgado son históricos y producían sombra como pocos arboles en la ciudad. Nos creen tan estúpidos que luego de que esos árboles se desarrollaran durante tres cuartos de siglo esos genios digan ahora que no son las especies más adecuadas para ese lugar. Ahora inventarán otra teoría, sólo que tendrán que explicar cómo esos árboles que ahora son considerados inútiles soportaron cuanto huracán pasó por esta isla durante muchas décadas.

Este síndico capitaleño rinde culto al arrabal porque es lo único que ha conocido y no se ha tornado la molestia de investigar y estudiar por qué Santo Domingo es así. El síndico podría ahora proponer la siembra de palmas adultas traídas desde centenares de kilómetros de distancia porque ya tiene experiencia en ese negocio con sus consabidos y reiterados fracasos. Los depredadores oficiales dicen haberse sentido preocupados por el daño que provocan las raíces de esos árboles a las aceras. Ingenuamente parecen olvidar que esas aceras, inadecuadas, coloradas y resbalosas, fueron trocadas por terrenos del Estado a empresarios que planeaban una ciudad moderna al Norte de la capital: A lo mejor, el derribo de los trece árboles adultos tendrá como colofón «algún otro contrato que beneficiará directamente a los que ordenaron la mutilación.

¿Por qué será que el primer recurso de los funcionarios es hablar mentiras? Sus alegatos para el derribo de los trece árboles casi centenarios son insultantes para la inteligencia  nacional ¿Cuánto tiempo tomará igualar la sombra que siempre predominó en la Doctor Delgado? ¿Treinta años? ¿Cincuenta años? Quién sabe. Por lo menos tenemos la lejana esperanza de que los depredadores urbanos no estarán en el panorama político por mucho tiempo para seguir haciendo tanto daño.

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