ROSARIO TIFÁ
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Cuando hablamos de camisa, necesariamente nos referimos al sexo masculino, aunque las mujeres -liberadas hace años de odiosos tabúes- las hayan incluido en su closet.
Se trata de una prenda relevante entre las limitadas alternativas que tiene el hombre para vestir y exhibir una figura diferente en cualquier circunstancias de su cotidianidad.
Para ocasiones formales, casuales y sport, el hombre tiene una variedad en el mercado en los colores de su preferencia y las texturas que demande el clima.
El lino, algodón puro o mezclado, estopilla y la seda, son los tejidos tradicionales usados para la confección por sastres, modistos y diseñadores.
A medida que se ha surgido varios tipos de textiles, los colores se han diversificado y hoy día el hombre se atreve a lucir desde el tradicional blanco hasta un delicado rosa y verde floresta. De vestir, o estrictamente formal, se lucen con mucha propiedad sin que el hombre pierda su elegancia. Las de color blanco son usuales en trajes formales y de etiqueta, mientras aquellas en tonos pasteles entran en lo casual elegante que al hombre tanto favorece. Las chacabanas y las camisas de manga corta entran en el calificativo casual. El hombre se desenvuelve con mayor naturalidad con las camisas sport, que pueden ser lisas o estampadas.
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Evolución
Sus formas, tejidos y colores han cambiado a partir de su creación por los griegos en siglo V a. de C. Primero, y durante un gran tiempo, fue una prenda de los trabajadores, hasta que posteriormente fue aceptada por el hombre en general. Su uso está asociado a la respetabilidad y elegancia dependiendo de la óptica que se observe, pero generalmente constituye una de las prendas más usadas por el hombre común en sus actividades habituales.
Como nota curiosa, en el pasado la empresa IBM obligó a sus empleados a llevar siempre camisa blanca como símbolo de la honestidad de la compañía. ¿Sería esta una de las causas por las cuales se ha mantenido ese criterio en oficinas?