La candidatura de Leonel

La candidatura de Leonel

Sacudido por la ansiedad, el país asiste a los últimos días de campaña política con un panorama que bien puede afirmarse que se encuentra definido. Las últimas encuestas de medición de preferencias del electorado siguen revelando que el ex Presidente Leonel Fernández se encuentra en la delantera.

El Presidente Hipólito Mejía desplazó a Eduardo Estrella del segundo lugar. Pero éste no ceja, y puja con el propósito de retornar a esa segunda posición en esa lid.

A Fernández lo impulsó el Presidente Mejía. Varios factores se coaligaron para catapultar al ex Presidente hacia el nivel de aceptación que mantiene en la opinión pública. El elemento determinante lo ha sido la crisis económica que nos sacude. Pese a todos los intentos de inculpar a su administración, una mayoría popular le atribuye la debacle al actual mandatario. La temprana definición de su candidatura por parte del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), además, determinó la posición que mantiene ante el electorado.

Al suceder en la Presidencia al doctor Fernández, Mejía hizo público que no lo perseguiría. Varios encuentros, propiciados por amigos comunes, sellaron esta disposición que contravenía el de sectores de opinión pública en aquella hora. Cabe expresar que el Presidente Mejía preparaba el escenario para liberar al ex Presidente Salvador Jorge Blanco del anatema de corrupto.

Sostener que las figuras de los ex mandatarios eran intocables se avenía a este objetivo.

En favor de ello se hallaba un Joaquín Balaguer de provecta condición y con acentuadas afecciones. Derrotado en los comicios en que se eligió a Mejía, Balaguer decidió guardar en los estrados memoriales todo cuanto afectase la apacibilidad de sus días postreros. Se encontraba, pues, maduro y dispuesto a ofrecer su aquiescencia a una decisión administrativa o judicial como ésta.

Por supuesto, no le correspondía sostener la acción pública, incoada por el Gobierno Dominicano, bajo su Presidencia, en ese año. Sin embargo, frecuentes visitas por parte de un hijo de Jorge Blanco, laxaron su concepción de los acontecimientos emprendidos en 1986 contra su predecesor.

Y por supuesto, el tiempo, su firme y persistente aliado, que todo lo subsana y transforma, hizo el resto. Esta particular circunstancia más que una decisión de principios, determinó su relación con Fernández. Pero en su fuero interno estaba insatisfecho.

Y lo demostró a lo largo de su período. Sostenía de palabra que debía respetarlo, pero lanzaba frecuentes denuestos contra su antecesor, incluso, invectivas injuriosas. En la medida misma en que se advertía lo errático de muchas políticas públicas, estas agresiones verbales al doctor Fernández lo fueron conformando como el candidato a vencer.

Los agravios proferidos contra Fernández sirvieron para orientar a la opinión pública. De haber organizado un gobierno efectivo en sus realizaciones y de haber alcanzado alguna forma de progreso económico, los insultos habrían quedado como simples expresiones de un Presidente atípico.

Pero el desempeño administrativo, los resultados de la gestión en curso, hicieron que amplios sectores anhelasen un cambio. Y el propio Presidente Mejía determinó quién podía encarnar la sucesión.

Lo demás se ha construido en escenarios políticos y publicitarios, en los que se ha recurrido a las comparaciones respecto del desempeño del uno y del otro. Y por supuesto, al equiparar ambas administraciones, Fernández sale ganancioso, como se refleja al consultar la opinión pública.

Lo que no se advierte, sin embargo, es que Fernández heredaba unas determinadas condiciones del sistema económico dominicano, que son evocación perdida para una nación que se empobrece a ojos vista. Esta diferencia entre la herencia recibida en 1996 y la que podría recibir ahora, constituye una incógnita respecto de su desempeño en el mañana.

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