La candidatura inviable

La candidatura inviable

El proceso electoral pautado para mayo del 2016 define simpatías, posibilidades y la clara intención de permanencia en el poder del PLD. Ante un panorama convulso, lo políticamente correcto consiste en la articulación de un gran frente de fuerzas sociales y partidarias en capacidad de construir una mayoría real en la consecución de la victoria.

Lo dramático del ajedrez comicial se vincula a la efectividad con que, el partido en el poder, ha podido diseñar un cuadro político en capacidad de desvertebrar electoralmente al PRD, haciendo de sus siglas un instrumento en franca coordinación con objetivos que no guardan relación con llenar de votos blancos las urnas, sino con la evidente intención de impedir que esas simpatías se desplacen hacia una coalición opositora.

Obstruir, desde la existencia de una candidatura inviable, forma parte de un esquema capaz de poner en riesgo la personería jurídica de una organización vital en la vida política dominicana.

Las reiteradas manifestaciones de preservar las siglas del partido en manos sin posibilidad de éxito y el afán de los mecanismos de comunicación cercanos al PLD por oficializar un candidato vulnerable, resultan evidentes.

Leer sus artículos y escuchar los comentarios de la prensa cercana al gobierno retratan esa necesidad de posicionamiento ante un competidor, sin posibilidad de rebasar el 5% del respaldo popular.

Como el perredeísmo es un sentimiento arraigado en el alma de los dominicanos, se razona con bastante maniqueísmo respecto a los núcleos de electores en capacidad de seguir marcando la boleta del partido blanco.

Y eso no es cierto, porque sin importar el nivel o jerarquía ciudadana, en lo más profundo de la conciencia de los electores se conoce a la perfección que la utilidad del voto para los próximos comicios depende de cómo se traduzcan en cuantías para el triunfo, y lo que explica el insignificante respaldo al PRD en las actuales circunstancias es el resultado de insistir con una aspiración presidencial de naturaleza cuestionable, divorciada de la histórica base social, incapaz de cautivar y con una legitimidad pendiente de fallo ante el TSE.

Insistir en que los electores votan como robots, expresa el desconocimiento de la realidad social y los cambios en la conducta de los ciudadanos.

Un candidato con las características que se pretende imponer en el PRD no dejaría en el espectro más rastro que el de los nombres escritos en la arena. Por eso, asociar con vileza la tesis de votar con los ojos cerrados, sin importar el candidato presidencial constituye una locura parecida a la del Rey Príamo que en una acción inexplicable besaba las manos de Aquiles con devoción, aun conociendo que estaban manchadas con sangre de sus hijos.

Esos intentos, con una profusa inversión en los medios, de oficializar una candidatura inviable en el PRD constituyen parte de la estrategia de perpetuación en el poder del PLD. Es un secreto a voces.

Afortunadamente, el sentido común y la inteligencia del ciudadano promedio poseen el tiempo suficiente para ir observando de aquí hasta mayo del 2016 esas intenciones perversas que, podríamos derrotar, en la medida que ampliemos los niveles de conciencia en el electorado y no dejarnos confundir por aspirantes insulsos, desprovistos del talento necesario y arquitectos de una operación electoral-financiera para disolver del espectro electoral al partido de mayor tradición democrática y profundamente vinculado con los sectores democráticos.

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