La Capital que merecemos

La Capital que merecemos

La ciudad de Santo Domingo ha pasado a ser en los últimos 40 años, de un conglomerado de escasas barriadas, a un centro urbano en creciente expansión.
Ampliadas sus principales avenidas, y dotada de una infraestructura vial avanzada, la Capital procura compararse con metrópolis latinoamericanas de envidiable organización, pero carecemos del principal elemento: el respeto por los espacios públicos.
Seguimos luchando, al cabo de tantos años y esfuerzos, por levantar una ciudad habitable, digna de ser apreciada por residentes y visitantes foráneos.
No hemos educado a la gente para que observe las normas, las regulaciones, las señalizaciones para la circulación de vehículos y peatones.
Se podría asegurar que, pese a las modernas y espaciosas torres levantadas en el llamado Polígono Central, carecemos aún de la educación indispensable para disfrutar de un espacio respirable.
No hay forma de que mucha gente entienda que si observamos el ornato y el debido cuidado de los espacios, tendríamos una capital más habitable.
No es extraño constatar a ciudadanos inconscientes lanzar todo tipo de desperdicios a las vías públicas, sin el menor sonrojo y respeto.
Ahora que el actual alcalde del Distrito Nacional ha tomado la iniciativa de devolverle al Malecón su esplendor de antaño, y de rescatar áreas en abandono, debemos tomar conciencia de la conveniencia de apoyar ese esfuerzo municipal.
David Collado es el representante de la ciudad, pero no debe ser el único interesado en que preservemos las vías limpias y ordenadas.
Si no asumimos el deber ciudadano con plena conciencia, no podremos tener nunca un Santo Domingo admirado por todos.
Merecemos una ciudad dotada de un organizado y moderno sistema de transporte, vías expeditas para el peatón y más lugares de esparcimiento, seguridad y protección ciudadana, pero también que los habitantes del territorio respeten las normas de convivencia, asumiendo sus deberes con entereza y decisión.

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