La cara de la tierra

La cara de la tierra

No me gusta la expresión: “sobre la faz de la tierra”; en primer lugar porque está muy gastada por el uso y, además, porque la tierra, realmente, no tiene cara. Por lo menos, no tiene una cara única; tiene, eso sí, numerosas facetas o aspectos. Estos aspectos dependen, tanto de la tierra como de nosotros mismos. Para ver una cara determinada de las cosas hay que contar con el talante del que mira. Por eso me gusta más la expresión de los geólogos: “la corteza terrestre”. La tierra nos la presentan como una costra sin cara precisa. El trato, la interacción con ella, le van poniendo diversas caras, con arreglo a nuestros estados de ánimo.

Corteza es algo que cubre el tronco de un árbol; por debajo de esa rugosidad, circula la savia que mantiene viva la planta. Las cortezas protegen los troncos; pero son partes externas que encubren otras funciones esenciales. Las “vísceras de las cosas” no se dejan ver a la primera ojeada. La tierra es un misterio sin cara que nos invita a la exploración. “La faz de la tierra” hay que descubrirla después de una larga “investigación”, que es, a la vez, contacto, “soba” o palpación del mundo. La cara que finalmente ofrece, es una cara “al tacto”, como si fuera creada por un escultor ciego.
Los geólogos saben que debajo de la corteza terrestre encontrarán solfataras candentes, aguas que viajan por caminos interminables, minerales valiosos metidos en las rocas. Solamente la piqueta tenaz, la excavación prolongada, descubre lo que está oculto bajo tierra. Trátese de piedras preciosas, oro, aguas salutíferas, energía hidráulica, no están “a la vista”. Y eso pasa con todas “las cosas de este mundo”, como se decía en la Edad Media. Los tesoros, la tierra los guarda en cofres.
Abrir los cofres o desenterrarlos, cuesta trabajo. Poetas y escritores pasan la vida tratando de ver lo que no es visible, intentando sacar “al claro” lo que está oculto. Es una tarea que les trae problemas a esos empecinados en levantar la corteza a ciertos asuntos de la vida colectiva en la tierra. Sufren por puras metáforas; lo mismo da la faz que la corteza o las tripas.

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