Ilustración hecha por: @YosoyJarul
Tras varios años de espera a respuestas efectivas de parte de sus autoridades y la comunidad internacional, la crisis en Haití llega nueva vez a uno de sus momentos más álgidos con la exigencia de sus ciudadanos de la renuncia de su primer ministro, Ariel Henry, tras la eliminación del subsidio y el aumento a los precios de los combustibles.
Esta decisión disparó la sublevación de los haitianos en momentos en los que el país enfrenta las consecuencias de una crisis sociopolítica y económica que se ha extendido durante ya mucho tiempo ante el desdén de la propia comunidad internacional a la que el primer ministro haitiano pidió ayuda y que intenta imponer a República Dominicana que se haga cargo del problema.
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En una actitud lógica, y por consecuencia entendible, el presidente dominicano, Luis Abinader, ejecuta acciones que a pesar de no ser del agrado de muchos justifican el fin principal que debe tener cualquier gobierno, el de proteger a sus ciudadanos y su territorio.
Acciones como la construcción del muro fronterizo, el reforzamiento militar de la frontera, la prohibición de entrada al país de personas que representan una amenaza a la seguridad nacional, el cierre temporal de la embajada dominicana en territorio haitiano, el resguardo del personal diplomático y la defensa de estas decisiones de manera firme y frontal en escenarios internacionales envían un mensaje claro; República Dominicana defenderá sus intereses y no cargará con problemas ajenos, al menos, no por sí sola.
La actitud correcta
Es importante mantener esta actitud y no flaquear ni dudar ante amenazas, presiones e injerencias extranjeras en decisiones nacionales, así como, ser coherentes en lo que se dice y lo que se hace. Asimismo, enrostrar cuantas veces sea necesario que la República Dominicana no es la única que intenta proteger sus intereses ante esta lamentable situación que vive Haití.
Las revoluciones generan cambios y uno de los mejores aportes que puede hacer el país a la causa de superación haitiana es no disimular el problema ni tratar de minimizar la crisis. Mucho menos asumirla.