WASHINGTON. Antes de ser presidente, Donald Trump, presentaba un reality show en el cual uno de los participanes era expulsado del programa cada semana. Algo parecido sucede aparentemente en la Casa Blanca.
En la West Wing, el ala occidental de la mansión que aloja las oficinas del presidente y sus colaboradores más estrechos, reina un caos sin precedentes en medio de una ola de renuncias, aunque el presidente insista que «no hay caos, ísolo gran Energía!».
La renuncia más reciente es la de Gary Cohn, el principal asesor económico, enfrentado con el jefe sobre la política comercial. La partida de Cohn ha generado temores internos de un éxodo todavía mayor, una «fuga de cerebros» del entorno presidencial que le dificultará aún más a Trump realizar sus planes, que están paralizados.
Muchos funcionarios de la Casa Blanca dijeron que el presidente pidió a sus temerosos colaboradores que sigan trabajando. «Todos quieren trabajar en la Casa Blanca», dijo Trump en una conferencia de prensa el martes. «Todos quieren estar cerca de la Oficina Oval».
La realidad es muy distinta. Abundan las vacantes en la West Wing y en el gobierno en general, con algunos puestos nunca ocupados y otros que han sufrido renuncias reiteradas. La oficina del director de comunicaciones de la Casa Blanca está a punto de quedar vacante tras la partida de su cuarto inquilino, Hope Hicks.
«Quedan vacantes encima de las vacantes», dijo Kathryn Dunn-Tenpas, quien estudia la rotación de personal superior para el instituto de investigaciones Brookings. Su análisis revela que la tasa de renuncias alcanza el 40% en poco más de un año. «Tanta rotación genera mucha desorganización», dijo, apuntando a la pérdida de conocimientos institucionales y las relaciones con los organismos y el Congreso.
«Es algo que no se puede legar al sucesor». La rotación después de un año en funciones no es de por sí novedosa, pero en este gobierno ha alcanzado un ritmo vertiginoso, y los aliados del gobierno temen una caída en picada. Un funcionario dijo que hay temores de una posible «espiral de la muerte» en la West Wing, en la que cada renuncia acentúa la sensación de frenesí y acelera la siguiente.
Muchos colaboradores que piensan en renunciar, y hablaron bajo la condición de anonimato por tratarse de asuntos internos, dijeron no tener idea de quiénes podrían ser sus sucesores. Aseguraron que han continuado en sus puestos más de lo que planeaban por espíritu de equipo. Algunos dijeron estar al borde del colapso.
La coincidencia entre la capacitación para trabajar en la Casa Blanca y el deseo de hacerlo también se está reduciendo, según funcionarios de la Casa Blanca y aliados externos de Trump preocupados por la lentitud de las contrataciones.
Los métodos veleidosos de toma de decisiones de Trump, el miedo a quedar envuelto en la investigación de la injerencia rusa y la parálisis de los planes legislativos hacen que los grandes talentos se mantengan alejados. «Para colmo, el presidente Trump no ha demostrado un átomo de lealtad hacia el personal actual y el anterior, y todos lo saben», dijo Michael Steel, excolaborador de Jeb Bush, otrora gobernador de Florida, y del expresidente de la cámara baja John Boehner.