La casa de Isla Negra

La casa de Isla Negra

Hace muchos años, durante una reunión de periodistas celebrada en Santiago de Chile, un director de periódico me dijo: «no se vaya sin llegar a Valparaíso; así podrá conocer los leones marinos y visitar la casa de Neruda en Isla Negra». En el hotel donde me alojaba con mi esposa, indagué acerca de los vehículos que podrían llevarme al famoso puerto del Océano Pacífico. Me explicaron que había una huelga de choferes de camiones en ese momento; estaban obstruyendo la carretera con protestas contra sus patronos, a las cuales se agregaron otros sindicalistas por solidaridad. No parecía el mejor día para viajar a Valparaíso.

Pero la carretera no estaba cerrada al tránsito de vehículos de pasajeros. ¡Decidí ir a Valparaíso! Los huelguistas se mostraron atentos y dejaban pasar los viajeros con saludos cordiales. Muchos camioneros jugaban a las cartas, sentados en el suelo, a la sombra de enormes patanas de varios ejes. En Valparaíso, desde luego, tuve oportunidad de ver los leones marinos trepados en las rocas azules y negruzcas que bordean el mar. Las casas de Pablo Neruda son lugares visitados por turistas de todo el mundo. La de Isla Negra más, pues tiene las tumbas del poeta y su esposa Matilde Urrutia.

La entrada de la casa semeja un carromato de gitanos; la casa misma pretende ser un barco anclado, con portezuelas que comunican las distintas habitaciones. Neruda colocó en lugar preferente un mascarón de proa, con la efigie de una mujer a la cual, según creo, llamó Guillermina. Por todas partes hay colecciones de caracoles, de botellas; objetos rituales indígenas, esculturas, cerámicas, llenan estantes y mesas.

Un restaurante preside el lugar para que coman los visitantes. En un mantel puede leerse la «Oda al caldillo de congrio», escrita por Neruda en los años cincuenta y tantos. Hay un baño -no abierto para uso de visitantes- donde Neruda instaló un inodoro cuya «poceta» de porcelana es una flor rosada que recoge el agua del depósito. El inodoro lleva grabado el nombre «igiene», sin la hache de la diosa Hygea, divinidad griega de la salud, de donde procede la palabra higiene. La puerta está forrada de «postales francesas» con mujeres en actitudes sexualmente provocativas.

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