La Casa de la Cultura Evangélica

La Casa de la Cultura Evangélica

Los evangélicos en República Dominicana tenemos un espacio social innegable. Los evangélicos por nuestras actividades, nuestro lenguaje, nuestra música, nuestra forma de vivir, pensar y actuar, sin dejar de ser dominicano, les hemos agregado, sin dudas, algún matiz nuevo a nuestro variopinto cuadro cultural.

Existe una tradición evangélica, un legado, una historia que tiene monumentos y hechos. Es una referencia que se verifica en templos, en nombres, personas, prácticas y relaciones que en nuestros pueblos y campos es conocida de todos. Los evangélicos somos una parte de la cultura dominicana. Somos un porcentaje influyente en todos los aspectos de la vida nacional.

Inexplicablemente somos una comunidad sin historia. Estamos sujetos a la oralidad, al vulnerable y poco confiable recurso de la memoria colectiva. Somos, en términos de la evidencia de un registro documental bien articulado, un recuerdo callejero amenazado por el olvido. Nuestra grandes reuniones no se documentan, nuestras grandes conferencias y cumbres no son sistematizadas. No vivimos sobre la conciencia de un proceso que se desarrolla sobre el tiempo. Vivimos el instante. La gloria del momento. Vivimos el presente como si fuera solo eso. Olvidamos que somos el proyecto histórico de Dios que orienta y le da sentido a la vida.

Juan Inocencio Silva, un historiador peruano, considera que uno de los grandes vacío de la teología latinoamericana es el tratamiento del tema de la historia. “Nos ha faltado reflexionar más sobre la naturaleza, el sentido y el fin de la historia a partir de una correcta exégesis y hermenéutica bíblica, en diálogo con el pensamiento filosófico de la historia contemporánea y con las corrientes científicas de la historia.”

La historia de la iglesia, es la historia del pueblo de Dios en misión. Y la misión de la iglesia es la misión del pueblo de Dios en la historia. De acuerdo a lo que explica Silva, la historia es útil para la misión porque nos permite entender y explicar la realidad. Gracias a la historia se puede interpretar el sentido y la dirección de los acontecimientos históricos de la iglesia.

La iglesia y el reino son realidades históricas, que no solo se definen teológicamente sino también históricamente. Esto quiere decir, siguiendo a Silva, que la historia como ciencia contribuye a un mejor conocimiento de la naturaleza y misión de la iglesia y del reino de Dios.

Conocer a Dios es una experiencia histórica, porque Dios se ha revelado en la historia, se ha encarnado en la historia y es el Señor de la historia. De manera que no podemos conocer concretamente a Dios si no conocemos la historia.

El trabajo misionero, para ser fiel a la Palabra, necesita estar enraizado en la historia, encarnado en el desarrollo de los procesos históricos. En este punto conectamos con la identidad que es el resultado de una diálogo relevante de la iglesia con la sociedad y la cultura. Solo con conciencia de su historia, la iglesia está en capacidad de evaluar su pertinencia y el impacto de la misión que realiza. Fuera de la conciencia histórica de si misa, la iglesia no logra a plenitud el cumplimiento de su misión.

Los evangélicos dominicanos pertenecemos a una comunidad de memoria que está siendo fuertemente presionada por una sociedad de cambios. La orfandad histórica que padecemos no nos permite integrarnos efectivamente al cambio y conservar nuestra identidad. Nos hacen falta historiadores, investigadores, analistas y teólogos que documenten nuestra realidad y faciliten una interpretación de la misma.

Históricamente estamos saltando desde un vacío, hacia un plano lleno de incertidumbre y desesperanza sin contar con una plataforma documental que propicie y apoye una reflexión crítica de la realidad que tenemos de frente. La juventud que se integra a nuestras iglesias, incluso, la que se forma en la iglesia lo hace desde la referencia de un presente con todas las implicaciones que trae una nueva sociedad. De ahí que la valoración de lo que somos y hacemos, en término de nuestra identidad, es algo hoy tan difuso como indefinido.

En este sentido, creo urgente y necesario la fundación de la Casa de la Cultura Evangélica. La concibo como un centro donde se muestre, se exhiba, se conserve y cultive nuestro patrimonio cultural como testimonio del aporte histórico que hemos hecho los evangélicos dominicanos a la configuración de lo que hoy es nuestra cultura.

Creo que este proyecto alentará a algunos evangélicos a trabajar un poco la investigación histórica y a otros a rescatar y conservar los valores culturales nuestro.

Así, al vuelo, dejo algunas de las dependencias que debe tener la Casa de la Cultura Evangélica: Cinemateca, salón para conciertos y obras teatrales, sala de exhibición de artes plásticas, biblioteca, sala de estudio, museo, área de juegos infantiles, área para juegos de mesas y otras.

Es hora ya de pensar en nuestra historia, en lo que fuimos, somos, y debemos seguir siendo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas