La casa de Mao Zetung

La casa de Mao Zetung

El solemne mausoleo pequinés que guarda los restos de Mao Zetung y su retrato que preside la plaza de Tiananmen son dos de los pocos símbolos que recuerdan al fundador de la República Popular China en la capital

Los rascacielos dominan el centro del Pekín actual en medio de anuncios de marcas multinacionales entre los que vuelan atareados ejecutivos haciendo negocios a través del móvil.

El Gobierno potencia la economía, la cuarta del mundo, y muchos pronostican que pronto superará a Estados Unidos. Mientras, en un remoto pueblo del centro de China, la casa de Mao Zedong (Zetung en América Latina) se mantiene impasible ante el paso del tiempo y los cambios de la sociedad china. El solemne mausoleo pequinés que guarda los restos de Mao Zedong y su retrato que preside la plaza de Tiananmen son dos de los pocos símbolos que recuerdan al fundador de la República Popular China en la capital.

Sin embargo, a dos horas de avión al sur de Pekín, no hay mayor satisfacción para los habitantes de Hunan que vivir en la misma provincia en la que nació Mao, el artífice de lo que todavía hoy se conoce como “la nueva China”.

Un manto de enormes árboles verdes cubre las altas montañas que guardan el pequeño pueblecito en el que nació Mao, Shaoshan. A pesar de sus 100.000 habitantes, según las proporciones de China, apenas es una aldea.  Está formada por grupos de casas que salpican el valle unidos por caminos interminables que serpentean entre los montes.

 La vivienda posee en   los pisos superior y en el inferior, un taller, una tienda o simplemente un espacio con cuatro o cinco sillas para charlar con los vecinos.

Muchas de estas casas están coronadas por dos dragones chinos que abren sus fauces ante una esfera dorada.

Ubicada a dos horas de avión al sur de Pekín, Hunan es la provincia en la que nació Mao, el artífice de lo que todavía hoy se conoce como “la nueva China”.

Los vecinos de Mao llevan una vida tranquila, pero el centro del pueblo es reconocible incluso para un extranjero. Una enorme estatua de Mao Zedong, de 10 metros de alto, presenta al líder chino como figura majestuosa frente al museo que repasa su vida y obra.

El pueblo guarda en su museo los más variados objetos que alguna vez pasaron por las manos de Mao. Por ejemplo, el sillón en el que recibía a todos los líderes extranjeros porque, al parecer, era muy cómodo. O su escritorio, en el que las lamparillas nunca se apagaban porque trabajaba a todas horas, según enfatizan los guías del museo.

LA ESTATUA QUE CONMEMORÓ LOS 100 AÑOS DE MAO

Los vecinos de Mao llevan una vida tranquila. En las calles, cada mañana aparecen los puestos de frutas y carne, y motocicletas. Decenas de motocicletas que los habitantes de Shaoshan usan para cubrir las grandes distancias que les separan de sus vecinos.

Pero el centro del pueblo es reconocible incluso para un extranjero. Una enorme estatua de Mao Zedong, de 10 metros de alto, presenta al líder chino como figura majestuosa frente al museo que repasa su vida y obra. Esta estatua fue erigida en 1993 para conmemorar los cien años del nacimiento de Mao, un 26 de diciembre de 1893.

Cuatro millones de chinos “peregrinan” hasta este lugar cada año para conocer de primera mano el lugar donde dio sus primeros pasos el ex presidente chino. Los vecinos de Shaoshan están acostumbrados a los grupos de turistas que llegan en autobuses desde todos los rincones de China para presentar sus respetos a Mao.

El ritual exige la compra de una corona de flores que se deposita solemnemente a los pies de la estatua, gesto seguido sin dilación por tres inclinaciones ante el líder, y por supuesto, la foto de rigor para demostrar a los amigos que realmente han visitado el pueblo. A unos quince minutos andando, se llega a la casa de muros amarillos y tejado a dos aguas en la que nació y creció Mao Zedong. Totalmente restaurada, está situada en la falda de un monte, ante un lago en el que se refleja el constante enjambre de turistas. Van desde solemnes ancianos nerviosos por pisar semejante lugar, hasta jóvenes cargados con mochilas que fotografían divertidos la casa con sus teléfonos móviles.

Los guías turísticos se esfuerzan por dejar muy claro al visitante el humilde origen de Mao y lo diminuto de la vivienda de sus padres, que además compartían con otra familia. La casa cuenta con una cocina, despensa, porquerizas y tres habitaciones en las que vivía el futuro líder con sus padres y sus hermanos Zemin y Zetan, todo rodeando un patio interior por el que ahora pasean los turistas y franqueado por soldados con uniforme de gala.

El enclave turístico se completa con un museo que exalta la figura de Mao y en el que, por momentos, se confunde la vida del líder comunista con la historia de la propia China.

El recorrido arranca con las primeras reuniones del Partido Comunista de China en el año 1921, pasa por la guerra con Japón (1931-1945) y culmina con la proclamación de la “Nueva China” comunista el 1 de octubre de 1949, cuyo discurso original pronunciado por Mao en la mítica plaza de Tiananmen pueden escuchar los visitantes. A partir de ahí, se suceden las fotografías de todos los hitos protagonizados por el ex presidente.

Los valiosos objetos de Mao

Entre los acontecimientos históricos, apoyados en cuadros llenos de cifras que demuestran al visitante chino las proezas de la China comunista, se va entretejiendo la complicada familia y vida de Mao, con sus esposas, hijos, hermanos y primos, muchos de ellos muertos en las luchas contra los japoneses, en la guerra de Corea (1950-1953) o a manos de los nacionalistas chinos, con la que se consigue crear el efecto del líder sacrificado por la patria. El pueblo guarda en su museo los más variados objetos que alguna vez pasaron por las manos de Mao. Por ejemplo, el sillón en el que recibía a todos los líderes extranjeros porque, al parecer, era muy cómodo. O su escritorio, en el que las lamparillas nunca se apagaban porque trabajaba a todas horas, según enfatizan los guías del museo. Desde Pekín trasladaron a Shaoshan la enorme cama en la que dormía Mao, con las patas de uno de los lados más bajas que las otras.

El objetivo de esto era evitar que la gran cantidad de libros con los que dormía rodasen hasta su cuerpo cuando se metía en la cama. “Export”, “import”, “hope”, “important” (“exportar”, “importar”, “esperanza”, “importante”), son algunas de las palabras que Mao escribió en unos papeles convertidos ahora en cuadros de museo, cuando hizo un apresurado intento de aprender inglés antes de encontrarse por primera vez con Stalin, el líder soviético. 

Un verdadero centro del llamado “maoísmo” que omite cualquier crítica al “Gran Timonel” y que evita la mención de las épocas más oscuras de su poder, como la “Revolución Cultural” (1966-1976), durante la que, con el beneplácito de Mao, la Guardia Roja asesinó, torturó y encarceló a millones de personas. Shaoshan es el principal enclave del llamado “turismo rojo”, que engloba los lugares importantes de la historia de la China revolucionaria.

El Gobierno, además, se ha propuesto fomentar este turismo. Por ello, desde el pasado mayo, circula un tren dedicado al Ejército Rojo, el mayor del mundo con dos millones de efectivos y cuyo 80 cumpleaños se celebra este año. El “tren rojo” recorre durante cuatro horas lugares destacados de la revolución comunista y la resistencia contra la invasión japonesa, amenizado por  empleados que, relatan las historias.

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