POR AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
Edouard Duval-Carrie (1954) está reconocido por varios críticos y especialistas respetables como uno de los máximos representantes del arte haitiano de la actualidad. Pintor, escultor, dibujante, instalador, performer y manipulador de la multimedia. Poseedor de una sólida educación artística en la Universidad de Loyola, en la Universidad McGill, ambas en la ciudad de Montreal, Quebec (Canadá) y en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París, Francia, Duval-Carrie es también un incansable trashumante que ha sabido asimilar con notable sensibilidad y lucidez la ancestral y cotidiana tradición mágico-mitológica que define el maravilloso arte de su pueblo.
Desde el pasado jueves 5 de agosto y hasta el próximo lunes 6 de septiembre, la Galería Lyle O. Reitzel Arte Contemporáneo, ubicada en la Plaza Andalucía ll de la Ave. Abraham Lincoln está presentando La casa en llamas, extraordinaria exposición que nos permite confrontar nuevamente la excelente calidad de factura, los encantadores resortes poéticos y los depurados contenidos formales de la más reciente producción simbólica de Edouard Duval-Carrie. El cuerpo expositivo de La casa en llamas está compuesto por unas 15 piezas de distintos formatos en las que el reconocido artista haitiano utiliza una variedad de técnicas y materiales entre los que destacan la pintura sobre tela, las resinas sintéticas, la madera y una sorprendente diversidad de elementos extrapictóricos.
Entre las obras más rigurosas e importantes de La casa en llamas figuran: LAge Dor-díptico-(2004); La Maison DHaiti Brulant(2004); La Sirene Rouge(2004); Les Visiteurs(2004), Aída Wedo(2004), El Verano en Giverny(2004); Goddess and the Fly(2003); La Sirene Diamant(2003) y Arbre Voyageur(2004). En estros trabajos, Duval-Carrie alcanza un grado magistral en la ejecución artesanal, obtiene resultados dignos de su posicionamiento internacional y llega hasta el extremo del preciosismo en la profusión de los efectos texturales y ornamentos decorativos de la obra.
Tal como sostiene Marisol Martel en el texto del hermoso catálogo que soporta la muestra: Edouard Duval-Carrie, como hombre y artista, no puede escapar a su estremecedora realidad, principal lei motiv de sus obras. A pesar de haber estudiado y de vivir fuera de Haití, su país y su cultura son los referentes principales de su obra, en la que constantemente enuncia un compromiso con la historia, y su necesidad de ser un cronista de su época. En sus piezas se refleja la sensibilidad y la esencia de los cultos religiosos, la naturaleza y el hombre. Hay un deseo explícito de vivenciar los principales momentos y acontecimientos que sacuden a Haití como sucede en la obra La Maison DHaiti, que recoge los recientes sucesos de la caída del gobierno de Jean-Bertrand Aristide?
?La composición gira alrededor de una casa en llamas y a sus dos lados aparecen sendos tanques en referencia a la presencia norteamericana durante los hechos. Erzulie-diosa de las aguas y patrona de Haití-, aparece representada en el borde inferior del cuadro. Sin mayores regodeos y con elementos simples, la obra es testigo de cómo el artista vive e interpreta el momento. La pieza está construida con el lenguaje característico de Duval-Carrie-que recuerda en alguna medida la composición y el orden de los altares-integrando el marco como parte de la misma. La ornamentación es fundamental para reafirmar el significado y la concepción de la obra. Por ello, el autor no descuida ningún componente y concibe cada pedazo en función de la riqueza conceptual y formal que pueda aportar a su discurso artístico.
Las imágenes de Edouard Duval-Carrie resultan de un proceso creativo bastante intenso y emotivo. Esto se aprecia en la riqueza plástica y matérica que él llega a extraer en su profundamente mística, arriesgada y deliciosa Alquimia pictórica. Pintura de superficies y atmósferas de oro ardiente. Prístina, lejana, inédita e ignota superrealidad.
Abrasador y atractivo juego de la imaginación que se despliega como resultado de una lúcida incursión en el mar de los signos ancestrales y cotidianos de nuestra realidad. Imprevista cosmología de azules, solares y nítidas transparencias. El paisaje violeta proclama los instantes del enigma. Sueño. Memorias, fricciones visuales a costas y al margen de las grisallas, de las sombras y de las superficies espléndidamente reactivas.
Desde mi particular punto de vista y como resultado del alto nivel de elaboración simbólica que alcanza la consciencia haitiana y caribeña en la obra artística de Edouard Duval-Carrie, en penúltima instancia, sus pinturas recientes expresan la vitalidad de una conciencia distintiva que se reafirma sobre sus más explosivas y fructíferas colisiones sociales y culturales, en el doloroso instinto de superación de toda contradicción existencial, en el poético enigma de la isla, así como en la encantadora y terrible imagen de su pueblo. En ese sentido, su obra opera como vital retroalimento en el proceso de búsqueda ontológica y estética del Caribe a través del simbolo y de la imagen.
Asimismo, la obra de Edouard Duval-Carrie confirma a una saludable asimilación de los lenguajes, las técnicas y las poéticas vanguardistas de Occidente en la creación de uno de los discursos plásticos más auténticos y originales del Caribe contemporáneo. La manera sumamente personal y delicada con que Duval-Carrie procede en la manipulación de los elementos y materiales extrapictóricos, sin extraviar las perpetuas alusiones a los caudales culturales y magicorreligiosos que enriquecen el imaginario colectivo de su pueblo, aportan notables niveles de especialización y originalidad a la obra de este creador de talento excepcional.