La casita haitiana

La casita haitiana

Hace algunos días, el ministro de Turismo haitiano informó en Madrid que podría tomarse unos 20 años la reconstrucción de Haití y me pareció que su pesimismo en relación con el tiempo estaba motivado por su probable íntima convicción de que ese período era el necesario para que los buitres burócratas de su país y los cómplices del nuestro, juntamente con algunos fariseos representantes de organismos  internacionales, derrochen y desaparezcan hasta el último centavo de los cientos de millones de dólares recaudados en nombre de la desgracia haitiana.

Con la epidemia de cólera que lleva casi mil muertos, se ha puesto nuevamente un poco de atención al país más pobre del hemisferio, pero ahora, la  hipocresía publicitaria vestida de “solidaridad y amor por los desposeídos” ha sido más cauta porque las fotos y videos junto a los moribundos pueden representar un eventual contagio con una enfermedad de elevada mortalidad y que se aprovecha de poblaciones diezmadas y vulnerables para alcanzar un número de muertes que, según historiadores, en una ocasión superó las 250,000.

Todavía nadie ha dicho dónde está el dinero donado a los haitianos. He esperado el anuncio de la colocación de “un primer bloque” o la ejecución de “un primer picazo” y no he tenido el placer de ver ninguna información. Por eso me atrevo a decir que todavía espero la construcción de la primera casita con el dinero donado a los haitianos. El único problema es que tal vez, si las denuncias sobre el atraso injustificado no se hacen más vigorosas, cuando la construyan no habrá gente para habitarla, porque el territorio haitiano se habrá convertido en un cementerio macabro.

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