La ceguera de la elección

La ceguera de la elección

Recientemente, tropecé con un artículo que relataba brevemente los estudios del cerebro que han llevado a cabo en Suecia, con el título que aquí tomo prestado. La conclusión era que las personas, una vez que habían elegido, aceptado o rechazado algo, continuaban repitiendo la misma elección aunque les hubiera ido desastrosamente. Al parecer contrario a los mulos y asnos que no tropiezan dos veces con la misma piedra.

La mente humana cae en una especie de “canaleta” de la cual le es difícil salir, quizá por temor a lo desconocido: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Qué sabiduría del que se inventó ese decir, ahora confirmado por experimentos científicos de los suecos.

Sospecho, aunque no lo leí en la reseña: a menos educación más fijación con la elección. Aunque el argumento contrario podría hacerse fácilmente partiendo de la actitud del burro. Si la elección sale buena, se entiende que queramos repetirla pero cuando es mala la experiencia, la persistencia en ella es una especie de auto-flagelación sin sentido.

Porque, qué lógica subyace en la elección de caminos, situaciones, regímenes o patrones que nos maltratan o deterioran física y anímicamente.

¿Se trata de testarudez? ¿De no dejarse “torcer el brazo”? O de una tontería como señaló Einstein cuando expresó que hay personas que hacen lo mismo esperando resultados diferentes y como es natural, los resultados se mantienen.

El tema es interesante pues el estudio obviamente trató con suecos inteligentes y libres de tomar diferentes decisiones, no con personas sometidas a la férrea voluntad de un dictador, gobernante o patrón. Tampoco eran personas empujadas por un cheque, tarjeta, promesa, ni siquiera un caramelo.

¿Cómo es posible usar la libertad con tan poco juicio? ¡Una y otra vez en Suecia! Reino que goza de una reputación intachable de libertad, liberalismo y alto nivel de vida. ¿Qué nos queda a los países menos desarrollados?

Las implicaciones de esta ceguera son contundentes y temibles. Mucho más si entendemos que en la mayoría de los aspectos de la relación humana no actuamos libremente, sino atraídos por: propaganda, educación religiosa inculcada desde pequeños, temor, seducción y muchos edulcorantes más.

¿Basta entonces con lograr que el parroquiano haga una elección para que siga con el producto, con la novia o con el gobernante? Al parecer así es en la mayoría de los casos. Sí, la Iglesia Católica lo entendió bien hace siglos cuando creó la institución para la propagación de la fe que le ha dado tan buenos resultados y ha sido tan imitada. Desde el punto de vista político, es posible que ningún país del mundo se haya salvado de la “Ceguera de la Elección”. Algunos hemos tenido que pagar altos precios por repetir empecinadamente la elección. Nótese que la ceguera también se aplica al rechazo, buenas personas que han sido derrotadas varias veces por las mismas vías descritas antes. Visto a través de la conclusión del estudio, se entienden los grandes presupuestos que se profusan en los departamentos encargados de promover un producto, una acción, una decisión o un gobernante. Así, en ocasiones he leído y oído que ser elegido edil, alcalde, síndico, diputado, senador o presidente cuesta tanto o más cuanto. Sí, la penetración y saturación publicitaria tiene sus precios y sus efectos, en estas circunstancias: ¿Se hace una libre elección? ¿Hasta qué punto libre?

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