La ciudad de Santo Domingo EN LOS NARRADORES DEL 70

La ciudad de Santo Domingo EN LOS NARRADORES DEL 70

Los escritores dominicanos que comenzaron a publicar en la década del setenta recibieron de sus compañeros de viaje, los del sesenta, un aire de apertura no solo político y social como aparecía en la postdictadura, sino también literario. Ya para 1961 y 1967 habían aparecido obras muy importantes que cambian la narrativa hispanoamericana como “La ciudad y los perros” de Mario Vargas Llosa y “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez. Con estos autores, y otros que publicaron entonces o fueron difundidos en Europa, se inició lo que se llama el Boom de la literatura latinoamericana.

Los escritores del setenta son los que encararán de forma más decidida los cambios que el Boom presenta. Debo decir que en la generación anterior tanto la obra de Virgilio Díaz Grullón como la de Marcio Veloz Maggiolo presentan las formas de experimentación que ya había anunciado Fernández Spencer y Carlos Esteban Deive, sin que este cambio se limitara al fenómeno editorial que comenzó en Cataluña con en el premio Biblioteca Breve de la Editorial Seix y Barral.

Otro aspecto que recibe el setenta son las secuelas de la guerra civil de abril de 1965 y el terrorismo de Estado que se desató contra los jóvenes revolucionarios dominicanos, que viene a terminar a fines de la década con la muerte de Guillermo Rubirosa Fermín y sus compañeros en una emboscada en un barrio de San Pedro de Macorís. Las representaciones que realiza el grupo de escritores del setenta es una continuación de la que iniciara como renovación el grupo anterior.

Sin embargo, hay nuevos matices en las preocupaciones de los escritores del setenta.

Pongamos como escenario la ciudad. Esta adquiere nuevas representaciones en las obras de Roberto Marcallé Abreu, en “El minúsculo infierno del señor Lucas”, en “Las dos muertes de José Inirio” o en su libro de cuentos “Sábado de sol después de las lluvias”. En todas estas obras el neorrealismo, conformado por exposiciones periodísticas de un mundo de crímenes y policías toca la vida de la gente de los barrios o la violencia política como se puede ver en “Las pesadilla del verano”, sobre la violencia contra los estudiantes de la UASD y la muerte de Sagrario Díaz.

La representación de los barrios de la zona alta de la ciudad, con calles como la Marcos Adón o la Peña Batlle son detenidamente descritas en textos como “Tercera y última visita del hombre del sombrero gris”. Este cuento, que parece un capítulo de una novela, por los elementos cronísticos que contiene, también plantea un viaje hacia el pasado al tocar el tema de las invasiones contra Trujillo y el ambiente capitalino en los últimos años de la Era con una estructura paralela, que muestra no solamente el tiempo y espacio, sino el habla de la sociedad mediante la radio y el show de Paco Escribano.

En las obras de Pedro Peix, la ciudad tiene también su centro de mucha importancia.

No solo por el presente sino por el pasado de la ciudad y la violencia producida por las dictaduras. La presencia de Heureaux en “El brigadier” o la muerte de Ramón Cáceres en “Los Hitos”. La opresión del dictador Trujillo queda magistralmente tratada en el cuento “Pormenores de una servidumbre” que trata la vida de un funcionario que viene a menos en la estima del generalísimo. La humillación a que Trujillo sometía a sus desafectos eran increíbles y Pedro Peix logra una obra literaria que, representando esa situación, es digna de la admiración artística. Lo mismo pasa al recrear la vida juvenil en “Los muchachos del Memphis”, el barco estadounidense que trajo la proclama del Capitán Knapp que de un tirón lanzó al suelo a la segunda república se convirtió al pasar los años en un cadáver marinero, como lo recuerda Mir en “Al portaaviones Intrépido.”

El mundo juvenil queda allí presentado con los juegos de pelota y el entretenimiento de los niños, algo me recordamos de “La tercera y última visita del hombre del sombrero gris” de Marcallé o “Las pesadillas del verano”. Donde la ciudad adquiere un cronotopo importante es en la obra de José Alcántara Almánzar, pongamos como ejemplo la violencia política en “Rumbo al mar”, donde un cadáver se convierte en el narratario de la acción. Alcántara muestra muy bien la experimentación técnica, pues el cuento escrito en segunda persona es el monólogo interior del protagonista, un cadáver que navega en el río Ozama y va describiendo la ciudad desde el río mismo, a la vez que nos presenta la violencia política de los Doce años de gobierno de Joaquín Balaguer.

En los cuentos de Alcántara Almánzar aparece situada la vida de la nueva clase media dominicana en la ciudad. Los apartamentos, los autos, la vida del funcionario, como se puede ver en “Ruidos”, uno de los mejores cuentos de Alcántara Almánzar. La rutina de la clase media en los nuevos apartamentos, la mirada del otro, la soledad y el enclaustramiento quedan como improntas de una época.

Los cambios de la ciudad y sus personajes no dejan de estar representados en “Él y ella al final de una tarde”, en que el mundo citadino se desplaza a El mirador sur, con sus espacios de ocio y belleza; estableciendo un contraste entre la vida de la clase media y la de los pobres. Lo mismo aparece en “Las máscaras de la seducción”, donde el elemento popular es llevado con elegancia artística a representar no solo a los grupos marginados, sino las distintas visiones la sexualidad la sociedad dominicana, como lo hiciera Manuel Rueda en “Laura en sábado”.

Pero no se queda ahí. Alcántara Almánzar también trabaja lo maravilloso en “La obsesión de Eva”, cuento donde la mancha conforma un elemento sorprendente en un espacio de la clase media y las nuevas prácticas sexuales establecidas por el poder en la postdictadura. El papel de la madre y el padre son emblemáticos de los silencios que vive la nueva clase media en la ciudad que ya ha comenzado un ensanchamiento importante y donde el trabajo y los estudios marcan una importante movilidad social, como se echa de ver, además, en “La obsesión de Eva”.

Lo maravilloso también en este contexto lo encontramos “La insólita Irene”. Si en “Los hitos” de Peix el medio de transporte es la calesa, (no olvidemos que el ensanchamiento de la ciudad y la nueva conexión con el exterior se da con la modernidad del presidente Cáceres y que este muere por el viejo país en la misma ruta que abrió como símbolo de la modernidad) en este cuento ya el capitaleño es el dueño del automóvil, el que sale a pasear con su mujer y se aleja de la ciudad en ruta del sur.

Interesante el itinerario de los personajes mientras se alejan de la urbe y buscan un espacio bucólico que ya la ciudad no contiene. Es el viaje a otro espacio y a negar la ciudad. El encuentro con las mariposas es extraordinario y el autor emplea este elemento para que Irene encuentre su libertad y el olvido de la modernidad a favor de un realismo mágico que niega el racionalismo de la nueva vida capitalina y prácticas del marido. Es fundamental ver el sentido del hombre en estas líneas extraordinarias en nuestra narrativa breve.

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