La ciudad estaba semidormida

La ciudad estaba semidormida

POR LEONORA RAMÍREZ S.
La ciudad amaneció resacada de tanto alboroto por la Nochebuena… pero activa. Vehículos que se desplazaban a más de 80 kilómetros por hora por las principales avenidas del Distrito Nacional, vendedores ambulantes que no desperdician un segundo porque tienen que buscar el sustento diario, mendigos en las iglesias, y borrachos que tocan las puertas de un colmadón para seguir la fiesta.

El día de Navidad la vigilancia continuó por los principales puntos comerciales y turísticos de Santo Domingo, donde jóvenes policías (mujeres y hombres) recorrían largos perímetros para mantener la seguridad ciudadana, debilitada durante varios meses por el incremento de la delincuencia y la violencia.

En la mañana, pocos transeúntes se desplazaban por la ciudad, porque los vehículos se adueñaron de ella, excepto en los barrios donde los juegos de dominó y de «vitilla» copaban la atención de los vecinos.

La preocupación de Jacinto Antonio García, mientras ponía las fichas de dominó que le cerraban el paso a su contrincante, en un duelo que se batía en la Salcedo con Eugenio Perdomo, en San Carlos, era que el Estado le conceda una pensión por haber sido uno de los Constitucionalistas que en 1965 se enfrentaron a las tropas norteamericanas que invadieron el país.

«En esta misma esquina yo fui herido, a mí hay que reconocerme eso, yo merezco una pensión».

Sus amigos, más realistas que él, le sugirieron que no pierda su tiempo y que mejor se tome un trago y atienda las fichas para que no le canten «capicúa».

LIMPIEZA EN EL DISTRITO

Brigadas del Ayuntamiento del Distrito Nacional recogían los restos de la gran parranda dominicana, que en Nochebuena comienza en cada hogar y se desplaza hacia el Malecón, el Puerto Don Diego, La Plaza España, el Parque Eugenio María de Hostos.

Y que sigue por las calles y colmadones de cada barrio donde la cerveza fría, el trago de ron y la música a todo volumen alegran el vivir de los que celebran la Navidad con pura adrenalina.

COMERCIO INFORMAL

Los que hicieron su agosto, a juzgar por las proyecciones de sus ganancias (entreRD$50,000 y RD$60,000 sólo en Nochebuena) fueron los vendedores de fuegos artificiales, cuyas operaciones las trasladaron de la avenida Ortega y Gasset hacia la Máximo Gómez, por decisión del Ayuntamiento del Distrito Nacional dada la cercanía de la residencia del Presidente Leonel Fernández.

En menor escala, la actividad comercial no se detuvo. En el Mercado Modelo, en San Carlos, Juan el vendedor de auyamas y Oscar el peluquero ofertaban sus productos y servicios como cualquier día del mes.

Igual que en el mercado ambulante que rodea las avenidas Duarte y José Martí, y que toca las columnas del elevado que enlaza la 27 de febrero con los puentes Juan Pablo Duarte y Juan Bosch.

En ese elevado, brigadas de la Secretaría de Obras Públicas aprovecharon al asueto de Navidad para darle mantenimiento a los muros New Jersey, como parte de un plan de remozamiento de esas infraestructuras para ficilitar la reorganización del tránsito.

Calles más abajo, en la Ciudad Colonial, la mayoría de los residentes estaban tan tranquilos y dormidos como sus centenarias edificaciones.

A no ser por los turistas y habitués de la cafetería El Conde, y los niños y adultos que jugaban con las palomas del Parque Colón, esa zona de la ciudad habría sido un templo.

Pero no. Los canjeadores de dólares, los menores que le piden a los turistas, los feligreses católicos que asistieron a misa en las iglesias de Las Mercedes, Regina Angelorum y La Altagracia, daban una señal de que la Ciudad Colonial seguía viva el día de Navidad.

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