La ciudad ideal vs ciudad real

La ciudad ideal vs ciudad real

Dice G. Amendola que muchas de las definiciones de las grandes ciudades han nacido  propósito de la ciudad de Nueva York y, entre varias, toma una de Louis Kahn, quien dice que la ciudad es “el lugar donde un niño encuentra siempre aquello que quiere ser de grande”.

En nuestro país, Santo Domingo sigue seduciendo a muchos y aunque significativamente menor que antes, sigue atrayendo nuevos residentes y sigue teniendo el privilegio de ser el lugar de mayor concentración de la inversión pública en obra de infraestructuras urbanas. Sigue siendo el misterioso y mítico sueño de niño del actual presidente de la República de  hacer de ella un “Nueva York chiquito”.

La construcción del Metro y los elevados testimonia el esfuerzo de hacer realidad ese sueño; otros gobernantes han persistido en sus sueños y, por lo tanto, han  insistido en la construcción de edificaciones e hitos para en ellas dejar sus huellas para la posteridad. Pero, los hechos son tozudos y esta ciudad capital continúa su crecimiento en medio de los más acentuados contrastes, con la mayor concentración de riqueza y de ricos del país, la de mayor cantidad de pobres y de mayores niveles de desigualdad social y espacial de todo el país.

Se construyen grandes obras, pero ninguna autoridad municipal ha sido capaz de resolver mínimamente el tema de la basura, del alcantarillado pluvial y sanitario. Todas han sido cómplices, por acción u omisión, del control que sobre el transporte urbano ejerce un amasijo de propietarios privados que compran y venden el derecho a transitar por limitado número de calles establecidas como rutas del transporte colectivo.

De la tradición urbanística norteamericana estamos heredando las peores tendencias, la ciudad para el automóvil, la ciudad privatizada. El miedo a la delincuencia ha determinado la proliferación de áreas residenciales con calles creadas y mantenidas con fondos públicos, pero con barreras defendidas por guardianes privados que impiden el libre acceso al público, complejos habitacionales arquitectónicamente concebidos con verjas/murallas que protegen, distancian y marginan al ciudadano de su ciudad.

Existe la tendencia del norteamericano de vivir en los suburbios, sobre todo las capas medias. Ya en los años 90 los residentes en los suburbios, muchos de ellos privatizados, eran más que residentes en la ciudad. Las  exclusivas torres, en nuestro caso, cumplen esa función y según la Oficina Nacional de Estadística, gente acomoda tiende a construir zonas residenciales en las afueras de  Santo Domingo. Algunos ya viven en las zonas del turismo inmobiliario.

Weber dice que la concentración de muchas casas no define una ciudad, tampoco la definen las grandes inversiones del sector público. Una mala orientación de estas inversiones aleja la posibilidad de potenciar lo que todavía queda como ciudad de Santo Domingo y de Santiago. 

En realidad, el sueño  que lleva a invertir en ellas, a expensas de otras ciudades y en beneficios de unos pocos de quienes las habitan, se va convirtiendo en una real pesadilla que no se evita privatizando sus áreas de residencia. Todo lo contrario.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas