La ciudad invadida

La ciudad invadida

El natural e inevitable proceso migratorio interno ha traído parejos a la gran ciudad vicios de difícil exterminio en una sociedad que asimila con facilidad los malos hábitos y costumbres censurables.

El tránsito del campo a la ciudad no es nuevo, pero dos o tres décadas atrás era común que el eje de la migración se produjera desde las principales ciudades hacia la Capital.

Era lógico y entendible que hombres y mujeres con ansias de progreso académico se mudaran al principal asentamiento urbano, pues “la Universidad” no llegaba para entonces a los pueblos, aun fuere a los más próximos a Santo Domingo.

Otro factor determinante lo era la escasez o inexistencia de grandes industrias o comercios.

Al carecer de un oficio o profesión, jóvenes y adultos procuraban colocación en los establecimientos existentes.

Las avenidas Mella, Duarte, Meriño, Nouel y El Conde eran las predilectas para agenciarse un empleo de sobrevivencia.

El surgimiento de extensiones universitarias y la creación de centros de altos estudios en Barahona, San Francisco de Macorís, Puerto Plata, La Vega y otras ciudades no ha logrado sin embargo frenar el masivo éxodo. La gente siempre encontrará una excusa para migrar a la Capital.

Los planes desarrollistas han puesto mayor énfasis en la capital dominicana, por lo que es poco probable que el ciudadano permanezca en el campo a la espera de oportunidades laborales.

Y ni hablar de aquellos que solo ven en tierras extrañas la solución a sus problemas.

Pero, vuelvo al tema central de este día.

El tránsito de las zonas rurales hacia los centros urbanos no solo ha creado una fuerte presión por servicios públicos, sino que traslada comportamientos inadecuados, desconocimiento de reglas y actitudes reñidas con la decencia.

Ya no es posible disfrutar de los espacios públicos capitaleños, sin el peligro latente de un atraco, una agresión verbal o de que alguien trate de despojarle de un derecho o privilegio.

El ejercicio de la prostitución invade zonas céntricas residenciales y los negocios informales usted los encuentra por doquier.

Así están las cosas.  

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