La “clase” depredadora

<p>La “clase” depredadora</p>

RAFAEL ACEVEDO
La teoría sociológica clásica tipificó a los partidos políticos como organizaciones intermediarias, que tienen la función de representar ante el Estado y la Sociedad a determinados sectores de  clases e intereses. Dentro de esa óptica, el partido es una entidad constituida por individuos que intentan ejercer sus derechos de ciudadanos, fueren éstos obreros, profesionales, amas de casa o empresarios.

En sociedades con institucionalidad democrática madura, aunque esta forma de asociación ha sido abierta, libre y voluntaria, muchas personas no sienten la necesidad de hacerse miembros porque les es satisfactoria la forma como los políticos están dirigiendo la cosa pública, o porque se sienten interpretados por otras personas, a través de los propios partidos, los sindicatos o los líderes de opinión; o, simplemente, porque no tienen capacidad, tiempo o interés para participar en el debate público, pero sí probablemente en las elecciones.

En todo caso, la tarea del partido ha sido fundamentalmente defender los intereses de sus miembros y representados, ya sea por el ejercicio permanente de acciones regulatorias, de crítica, apoyo u obstrucción al gobierno de turno y a otros grupos de poder, o mediante la participación directa en la dirección del Estado.

Desde el punto de vista del sistema, la misión fundamental de los partidos es la de preservar el interés general de la permanencia y el bienestar de la población y la resolución de los conflictos sociales. En algunos países de la región los partidos han carecido de  esa perspectiva, y en algunos casos han perdido representatividad y colapsado. El caso de la República Dominicana los partidos tampoco han podido suplir esas funciones.

En cambio, se hicieron más clientelistas y muchos ciudadanos pasaron de víctimas a cómplices.s. Su función de mediación se reduce a su propia clientela, y no rinden cuentas a la sociedad y, si acaso, a algunos dirigentes y afiliados. Ya no se presentan al mercado electoral como defensores del interés general, sino que básicamente con ofertas para sus afiliados y relacionados, y tajadas del pastel a otros partidos y sectores en caso de llegar al gobierno.

Es así como metas nacionales de mediano y largo plazos, como las de educación y salud, son preteridas escandalosamente para desarrollar inversiones de relumbrón que permitan el uso discrecional y la malversación de fondos estatales, para favorecer intereses de incondicionales y financiadores de campañas y otros usos y destinos igualmente ilícitos y perversos.

El Partido se ha transformado en  un Leviatán enajenado, depredador de la cosa pública, que en su inmediatismo relega hasta el peligro cualquier otro objetivo que no reporte ventaja visible para la conquista o la retención del poder.

En ocasiones se ha puesto en juego el propio equilibrio de las finanzas del Estado y la economía del país, siempre salvados por el poder interventor de los organismos internacionales que buscan asegurar los intereses que ellos representan y mantener las formaciones fácticas y legales que favorezcan los esquemas globales y locales de crecimiento económico. El proceso político, así desprovisto de todo contenido valórico y de racionalidad funcional colectiva, se torna en lucha selvática, en un proceso darwiniano de supervivencia de los más despiadados y audaces.

Este modelo de lucha política y social no se basa en tensiones entre sectores productivos, sino en asociaciones tránsfugas de espurios intereses, que atraviesan toda la sociedad; no tienen, por tanto, perspectivas de clase ni estrategias de solución de los conflictos: Por lo que la sociedad no puede avanzar, pues se carece de  proyecto común, de nación o al menos de clase. Y en tanto que se trata de grupos trashumantes, toda acción está subordinada a intereses individuales: la tendencia es hacia el caos. El país no se disuelve porque los tiburones, los“coastguards” y la miseria haitiana lo impiden.

En tanto, crece la pobreza y la inseguridad social, la violencia y la criminalidad, la destrucción de medioambiente y cultura; se pierde moral e identidad. La pregunta tiene que ser ¿Cuál es, en definitiva, el negocio de destruir su propia nación, sus valores, su identidad y su cultura?

¿Dónde piensan habitar los depredadores con sus familiares y dónde sus descendientes? (Creo que al infierno; el que ellos están construyendo o el que El Señor les tiene reservado).

Publicaciones Relacionadas

Más leídas