La clase importa: dinero, político y 4 hombres ricos

La clase importa: dinero, político y 4 hombres ricos

WASHINGTON.- Cada fórmula de postulación presidencial es una instantánea de un partido, un momento político particular, una necesidad política particular.

A menudo, muestra a los políticos esforzándose por unir a varias regiones o alas ideológicas de un partido, como Franklin D. Roosevelt al hacer pareja con el texano conservador John Nance Garner, el líder de la Cámara de Representantes, en 1932. En ocasioens, los políticos están tratando de reflejar (y capitalizar) un importante cambio social o demográfico; notablemente, Walter F. Mondale al esperar animar su difícil campaña al designar a una mujer, Geraldine A. Ferraro, como su compañera de fórmula en 1984.

Entonces )qué le dice la fórmula John Kerry-John Edwards? Olvídese, por un momento, del intento obvio del equilibrio regional, o la ventaja táctica de sumar un político hábil al hacer campaña a la fórmula de postulación. En formas más profundas, la selección de Edwards indica el grado al cual esta campaña gira en torno a la clase; más específicamente, qué partido representa las aspiraciones, valores e intereses económicos del Estados Unidos de clase media y trabajadora.

Hay una paradoja obvia aquí: Edwards es el cuarto varón millonario blanco en unirse a las fórmulas de postulación nacionales. Tres de ellos fueron a Yale, y dos (Kerry y Bush) son descendientes de viejas y patricias familias de Nueva Inglaterra.

Pero Kevin Phillips, el historiador político y crítico de Bush, señala que hay diferencias de clase incluso entre los millonarios. Para empezar, como se sabe ahora universalmente, Edwards es hijo de un obrero metalúrgico, la primera generación en su familia en ir a la universidad (y no fue Yale). Hizo su propia fortuna, y la hizo como abogado de demandantes. «Edwards es un miembro de una de las relativamente pocas profesiones donde se puede hacer mucho dinero atacando la avaricia de las grandes corporaciones», dijo Phillips.

«A los republicanos les preocupa que recorra el Valle de Ohio, y se eche a la bolsa a muchas personas al igual que lo hizo con los jurados en los estados fronterizos», añadió Phillips. (Atticus Finch con actitud.)

Con la ayuda del populismo económico de Edwards, su biografía de ascenso y su argumento contra los «dos Estados Unidos», los demócratas esperan fortalecer su conexión con los votantes blancos de clase obrera y media. Kerry ya ha planteado algunas recetas detalladas para relajar lo que describe como la «compresión de la clase media», desde un programa importante para extender la cobertura del seguro médico y reducir sus costos, hasta nueva ayuda con las colegiaturas universitarias.

Pero Kerry, aunque se esfuerce, no siempre conecta con los votantes regulares que busca. (Es un persistente misterio para muchos demócratas el por qué Bush, con raíces no menos patricias, se las ingenia para eludir la acusación de elitismo. «Parece algo que uno pudiera echarles en cara, pero no pega», dijo el senador John Breaux, demócrata de Louisiana.) Los demócratas esperan que Edwards añada cierta empatía y cierta pasión a la política.

«Hay gran virtud en la mente de los votantes para poner en posiciones de poder a personas que en algún momento de sus vidas caminaron en sus zapatos», dijo Geoffrey Garin, encuestador demócrata. «Es una cualidad que, por el momento, la gente siente que falta en el proceso político, al cual la gente cada vez más ve como el terreno de las élites».

Otro estratega demócrata, que no quiso ser identificado, describió el valor potencial de la incorporación de Edwards más directamente: «Hace mucho más difícil que los republicanos formulen el argumento de que los demócrtas son liberales elitistas que se aglomeran en las costas con sus cafés de Starbucks y leche orgánica».

Los republicanos, por su parte, están apelando a los mismos votantes con una especie de populismo cultural, afirmando que los demócratas están fuera de contacto con el Estados Unidos común de los poblados pequeños en asuntos que van del «aborto de nacimiento parcial» al control de armas. Es una campaña que resultó devastadoramente efectiva hace cuatro años, cuando Bush arrasó con el voto rural y de las ciudades pequeñas en grandes mayorías.

Los republicanos inmediatamente describieron a Edwards esta semana como un «liberal falso y falto de experiencia y amigo de abogados especializados en juicios de daño personal». Sugirieron que su «mensaje populista rural» fue «sólo otra artimaña».

Glen Bolger, encuestador republicano, dijo de los demócratas: «Su idea de populismo económico, es más intervención gubernamental y más control gubernamental, y no estoy seguro de qué es realmente lo que quieren los votantes de clase media».

Una instantánea de las fórmulas presidenciales de este año revela más que la política complicada de la clase económica. Veinte años después de Ferraro, obviamente no hay mujeres en las candidaturas, y sólo unas cuantas formaban la lista demócrata de las mencionables.

La propia Ferraro dijo que las razones no son difíciles de encontrar; los candidatos a la vicepresidencia tienden a provenir de las gubernaturas, el Senado y el campo de los propios candidatos presidenciales, y «no hay suficientes mujeres en esas posiciones».

Hay 14 mujeres en el Senado, nueve de ellas demócratas, y nueve mujeres gobernadoras, cinco de ellas demócratas. Y una de las mayores estrellas entre las demócratas, Jennifer Granholm, la gobernadora de Michigan, no puede postularse a la presidencia porque nació en Canadá.

Lo que preocupa a Debbie Walsh, directora del Centro para la Política y la Mujer Estadounidense en Rutgers, no es simplemente que más mujeres no estén presentándose para postularse a la presidencia, sino que el ducto de potenciales candidatas no esté llenándose. «Estamos viendo una nivelación, un estancamiento, a nivel legislativo estatal y una declinación en el número de mujeres en cargos estatales aparte de gobernadoras», dijo.

De manera similar, los candidatos de ambas fórmulas son este año, una vez más, todos blancos. El representante John Lewis, demócrata de Georgia, el ex líder de derechos civiles, elogia ampliamente a la fórmula Kerry-Edwards, pero añadió que era «desafortunado» que 40 años después de que se promulgara la Ley de Derechos de Voto, no hubiera aún negros en una fórmula nacional, ya no digamos en el Senado.

Pero los candidatos presidenciales y sus fórmulas no son meramente la suma de sus aspectos demográficos. Pese a la falta de diversidad, estas fórmulas ofrecen cuatr vidas estadounidenses muy diferentes; y la biografía cuenta en política. Quizá no tanto como antes de que la guerra contra el terrorismo empujara a la seguridad nacional hacia el frente, pero aún cuenta.

George W. Bush habla el lenguaje del Estados Unidos evangélico, conservador y orientado a los valores familiares. John Edwards proviene de la misma tradición sureña que produjo a Bill Clinton, un maestro en conectar las líneas de clase y raza. Y Kerry, por su parte, está tratando de romper el estereotipo biográfico que los republicanos están tan ansiosos de preservar, el de liberal originario del noreste, rico, de élite y distante.

El pasado fin de semana, en su gira en autobús por poblaciones pequeñas del Medio Oeste, Kerry estrechó miles de manos, alzó a decenas de bebés, comió carnes asadas, realizó algunos disparos, escuchó y sonrió y palemó espaldas. Al final de uno de sus mítines más grandes, en un granja en Wisconsin, se unió a la banda para tocar con la guitarra el himno populista de Woody Guthrie, «Esta Tierra es tu Tierra». Mientras el sol se ponía a su espalda, y la multitud en gran medida rural cantaba al unísono, él sonreía, y parecía trascender sus circunstancias demográficas, como tienen que hacer los candidatos presidenciales.

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