La coartada perfecta

La coartada perfecta

HAMLET HERMANN
Nadie en su sano juicio podría decir, menos aún asegurar, que el tránsito en la ciudad de Santo Domingo ha mejorado en los últimos años. Este es un caso en el que se puede evaluar en términos absolutos sin temor a equivocarse: el tránsito capitaleño ha ido de mal en peor.

¿Qué han hecho o dejado de hacer los funcionarios públicos para que se haya tocado fondo en materia de desorden, de indisciplina y de falta de autoridad? Se critica el deficiente manejo oficial de este importante sector de la economía porque provoca perjuicios a la población en consumo de combustible, pérdida de tiempo y desgaste de los vehículos.

Pareciera como si a los administradores del Estado les importara un pito lo que está ocurriendo.

Las acusaciones de negligencia e incapacidad administrativa llueven a diario sobre los incontables organismos que, se supone, tratan que el transporte funcione mejor.

Aparte de las constantes y generalizadas críticas, algunos expertos consideran que el propósito fundamental del gobierno del doctor Leonel Fernández es que el tránsito funcione peor cada día. Suena absurdo, pero alegan que los hechos lo confirman. No hay explicación racional, asumen ésos, para que tantas decisiones disparatadas sean adoptadas y otras, aparentemente racionales, no reciban el seguimiento adecuado para frenar el deterioro. Dicen esos técnicos que si el presidente Fernández hubiera asumido desde el primer día de esta gestión la política de transporte de su anterior gobierno, aquello le habría dado el respiro necesario para asumir otros proyectos. Pero ha hecho todo lo contrario al programa de gobierno de su Partido y a lo que sus experiencias pasadas le habían aportado.

Basados en esa interpretación, algunos consideran que los enormes gastos en el tren subterráneo bautizado como Metro necesitan de una coartada política que los justifique. Y esa excusa no es otra sino el caos total en el transporte capitaleño. Cada día que los tapones en el tránsito se hacen insoportables y los conductores llegan al límite de su paciencia, los voceros gubernamentales pregonan a viva voz que el Metro resolverá todos esos problemas. Hablan mentiras a sabiendas, pero confían en que la desesperación de la ciudadanía puede hacer creíble cualquier disparate.

Algunos prefieren dar crédito a los expertos que hablan del caos en el tránsito como la coartada perfecta para justificar el inefable Metro. O de qué otra manera podría evaluarse el que todas las medidas adoptadas por el gobierno sean ignoradas por ellos mismos para luego inventar otra decisión que neutraliza la anterior y así sucesivamente en un proceso de manipulación permanente. La política del sector transporte está siendo manejada desde la estructura gubernamental como un depósito de desechos sólidos. En los vertederos de basura se lanzan los desperdicios y se cubren con tierra, la cual se compacta para impedir que la putrefacción y la emanación de gases contaminen el ambiente. Luego se vierten más desechos y tierra sobre lo anterior y así sucesivamente hasta sepultar todo mientras la topografía del terreno lo permita.

Con su mentalidad de vertedero, los políticos apuestan a que olvidaremos la medida aquella de pintar techos de los carros del concho para limitar la circulación a lo inter diario. O los horarios para la venta de combustibles como forma de limitar el uso de los vehículos. O las interminables provocaciones en la forma de promesas incumplidas con los empresarios del transporte. O las improvisaciones permanentes con los agentes del tránsito alrededor de los semáforos o la aplicación antojadiza de las normas para generar multas que contribuyen a aplacar la voracidad fiscal del gobierno. O la creación de una nueva edición del corrupto, convicto y confeso Plan Renove con los mismos condenados por los tribunales de la República como socios.

A pesar de lo absurdo que parece, todas las medidas apuntan hacia la promoción del caos desde el gobierno, intencionadamente o no. Y parece tener mucho de verdad eso de que necesitan que el tránsito empeore cada día más para que el Metro tenga la coartada necesaria y suficiente. De esta manera tranquilizan su propia conciencia para gastar mil doscientos cuarenta millones de dólares en el sueño de un Presidente que no puede evitar las pesadillas.

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