La cobardía como factor excitante

La cobardía como factor excitante

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
“La diferencia entre los pueblos y las culturas radica únicamente en la forma que toman los principales estímulos para la excitación”. Eso nos dice el reverenciado psicólogo Erich Fromm, en un libro publicado en 1973 titulado “The Anatomy of Human Destructiveess”, obra que obtuvo un formidable recibimiento internacional, calificado por Ashley Montagu como: “Por mucho, el mejor libro que he leído sobre el tema y sin duda el más absorbente.”

Es que los accidentes, un asesinato, un fuego, una guerra, una situación sexual, son todas fuentes de excitación, como en cierta medida lo son el amor y la actividad creativa. El drama griego fue tan excitante para los espectadores, como lo fueron los espectáculos sadísticos que se presentaron en el Coliseo Romano. Es la excitación retorcida la que provoca el ejercicio de crueldades masivas, los linchamientos, el disfrute de públicas y extremadas golpizas a un ladronzuelo que yace en el suelo bañado en su sangre, inerme y medio muerto.

Es débil, es pobre, no es hijo o pariente de un potentado cuyo nombre, pronunciado en secreto para no perder eventuales beneficios económicos, queda resguardado en una telaraña de silencios cobardes e inmorales.

¿Quién conducía aquel lujoso y poderoso auto que dio muerte hace poco a un valioso joven peatón, atropellándolo mientras el desaprensivo realizaba competencias de velocidad en una céntrica avenida capitalina? Sus compañeros de carreras automovilísticas ¿han perdido todos el sentido de la decencia y la justicia, así como los padres del joven irresponsable y criminal? Los perpetradores u ordenadores de tantos crímenes, entre los cuales está el asesinato, ante testigos, hasta de un Senador de la República, permanecen a la fresca sombra del misterio. ¿Quién es el propietario de la discoteca Praia, responsable de haber ordenado que su equipo de Seguridad (en una versión nazista tropical o del viejo Sur norteamericano) impidiera el ingreso a la misma de “gente de color”, negros o mulatos “atrasados”?

Ese nombre, hasta ahora, no se ha pronunciado.

Lo que me preocupa, en primer lugar, más que la absurda injusticia en un país de mulatos -unos más claros u obscuros que otros- es el lugar preponderante que ha ido tomando en nuestro país la cobardía como factor excitante, es decir, movedor, movilizador de conductas.

Hemos llegado al punto de que si usted es rico o dueño de influencias generadoras de riquezas, es dueño de la misma “Licencia para Matar” del agente 007, inventado por Ian Fleming, pero en cierta forma, auténtico aquí.

Pero carente de razones.

No se trata de salvar al mundo de voracidades descomunales como las de Goldfinger y todos los que siguieron la secuencia pretendiendo adueñarse de todo. No, se trata de continuar elevando la excitación hacia lo maligno, se trata de estimular la mala conducta, de alentar la delincuencia.

Distinguidos psicólogos han determinado que la relación Estímulo-Respuesta (E-R) no es de una sola vía. Es dual e interaccionante. Nosotros, aquí tenemos un ejemplo, una prueba contundente: La Respuesta moviliza y acrecienta al Estímulo.

Con la descomunal impunidad, estamos promoviendo Respuestas malignas a consecuencia de Estímulos infames, funestos y malditos.

¿Hemos avanzado en la eficacia del castigo a los delincuentes?

A veces quisiera uno tener la impresión de que sí.

Pero sólo se capturan peces -pirañas- menores, secundarias y servidoras de otras fuerzas que permanecen intocadas.

Y cuando estas amenazan con hablar…con decir abiertamente quienes son los jefes supremos, capaces de moverse libremente a grandes alturas, se encuentra uno con que baja un formidable silencio desde el azul del cielo y un Deus ex Machina que inventaron los teatristas griegos, aparece y borra toda incriminación anulando todo posible castigo.

Aunque quisiera uno que no fuese así, este es un país presidencialista hasta extremos desorbitados. Así llegamos a desear que el Presidente de la República pase con su raudo vehículo por una calle que tiene, en el centro, un hoyo inimaginable que nos ha dañado el mecanismo de suspensión de nuestro auto, o que sea víctima del desorden cívico imperante -que a él no lo toca- para que ordene las correcciones de lugar.

No dudo yo de las buenas cualidades esenciales del presidente Fernández, y, por lo visto, el pueblo tampoco duda de sus valores positivos. Lo malo está en que se requeriría que él fuese como Dios: que todo lo viera, todo lo supiera, todo lo intuyera…y desconfiara de las versiones que le llegan, tintadas de mentiras y ablandadas de computadoras y datos regocijantes.

Incluso (y lo anoto sólo como ejemplo) cuando el dengue está plenamente activo en su labor de muerte, las autoridades correspondientes ¡niegan su existencia activa!…está controlado -dicen.

Así se enfrenta uno al hecho de que, siendo la educación una prioridad declarada del Presidente, el lío es tal, que el Ministerio del ramo está extremadamente carente de recursos fundamentales, primarios, esenciales, indispensables, inevitables e inherentes.

El Estado viene gastando 1.9% del Producto Interno Bruto en Educación.

Tal dicen los estudios publicados en la prensa y no desmentidos.

Si no hay base, no puede levantarse la firma torre.

Digo: Ninguna firme torre (y reconozco que me apoyo en Shakespeare).

Los tres mil millones de pesos que requiere urgentemente la educación nacional, les son entregados al proyecto del Metro de Santo Domingo, para producir un kilómetro de túnel. ¡Un kilómetro!

Personalmente me gusta la idea del Metro de Santo Domingo. Sé que tan útil es, que en Londres, transitando en el Underground, me encontré con un alto personaje de la nobleza (creo recordar que era Mountbatten) que tomaba la línea hacia el Palacio de Buckinghan trajeado de impecable chaqué y bombo gris.

En 1984, 16 de noviembre, dirigí la Manhattan Symphony en Carnegie Hall, New York, acompañando al tenor Inchaustegui. Trajeado de frac, tomé el Metro para llegar a tiempo. Nadie se sorprendió de mi atuendo. En el vagón había de todo, un borracho vomitando, varios personajes supuestamente drogados, trabajadoras fatigadas, uno o dos ejecutivos con trajes de la Quinta Avenida…

Vamos, es que el Metro es muy útil. Es una maravilla.

Pero, primero lo primero.

No quiero la excitación de la cobardía utilitarista que hace que muchos allegados al presidente Fernández le pinten con vivos colores lo bueno y no lo malo.

Lo ficticio placentero en lugar de lo auténtico y veraz, que preocupa y duele.

Los aduladores son muy peligrosos y llegan a extremos extraordinarios.

Jacob Burckhardt, en su monumental Historia de la Cultura Griega (tomo V) nos refiere lo del famoso Clísifo, en la Corte de Filipo de Macedonia, quien se puso una venda sobre un ojo cuando el rey perdió uno de los suyos, y al ser herido éste en el muslo se puso a cojear en medio del séquito real.

¡Cuidado, Presidente!

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