La cocina nos hizo humanos

La cocina nos hizo humanos

El pasado domingo mencionamos estos criterios sobre la cocina,  y un buen amigo que está entre mis indulgentes lectores me señaló que no era posible, y es la razón que nos obliga a  darle una explicación sobre esta teoría. Al viajar a cualquier país, una de nuestras visitas  obligada es a una librería, y al pasar por Madrid hace unas semanas no podía privarme del placer.

En la oportunidad entre los adquiridos está un libro de Eduardo Punset, “Excusas para no pensar”,    que habla sabiamente de nuestras incertidumbres científicas,  llevadas a un lenguaje de fácil digestión. En dicha obra él afirma que la cocina nos  hizo humanos y explica las razones que sustenta Richard Wrangham, profesor  de biología y antropología de la Universidad de Harvard, quien ha puesto el dedo en la llaga. Aunque a muchos paleontólogos y fisiólogos le cueste creerlo.

Wrangham asegura que nuestros dientes se volvieron más pequeños que los de nuestros antepasados hace 1.9 millones de años con el “Homo Erectus”, siendo ésta la primera especie que cocinó los alimentos, ya que sus dientes no eran aptos para masticar comida cruda y así nos convertimos en los únicos animales que la comida cruda no nos sienta bien. Por igual sustenta, que  al tener que cocinar los alimentos, tener que esperar a que se cuezan, provocó un pacto social entre los humanos: cada uno comía lo que había conseguido. Es un dato extraordinario sobre la naturaleza la de comida y su relación con la sociedad.

La convivencia social fue la clave para la evolución de nuestra especie, lograr entenderse con los demás fue de las acciones más difíciles para el humano. Los antiguos criterios de que numerosos factores nos tornaron más humanos, tales como el tamaño aumentado del cerebro  o la adopción del sistema motor bípedo en las sabanas africanas; con  el cambio de dieta omnívora; con el sistema de ovulación oculto en la mujer; con los primeros asentamientos agrarios; con el nacimiento del lenguaje hablado y miles de años después por el escrito; o con la capacidad de fabricar máquinas, y  era eso que nos hacía distinguir  como  humanos del resto, resulta hoy que son una tajante mentira, de acuerdo a  Punset.

En nuestra evolución biológica, el olfato tuvo un gran desarrollo, somos capaces de distinguir cientos de olores, tenemos miles de receptores olfativos, no así el paladar, sólo podemos discriminar cinco sabores básicos: salado, dulce, agrio, amargo y “umami”, este último es una palabra japonesa, ya que no tenemos traducción para el sabor “completo”, presente en los hongos, en algunas especies y en el glutamatomosódico”. Con la evolución biológica supeditada a la comida y la socialización secundaria por necesidad, esto hizo al hombre  más humano.  El placer del hombre, en particular del gastrónomo, no es del animal. No podemos pensar en términos materialistas, pues la acción humana de “comer” tiene  implicaciones gratificantes. No es  sólo instintivo, con inmediatez y sin futuro. Al principio, con su cerebro, con su corteza sobre todo, el hombre perenne, imagina, sueña y analiza. Recuerda. Cada uno en esta medida, vive así mismo el placer de mil maneras diferentes, distintas a las de otros, es particular. Pues la comida, en tanto que un acto fisiológico, es un  complejo proceso socializado de dinámica comunicación humana.

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