La codependencia con las personas tóxicas

La codependencia con las personas tóxicas

La vida es corta. Cada quien es responsable de su destino. La felicidad es una actitud emocional positiva que la asumimos para tener una vida con calidad y calidez. Cada quien debe construir un proyecto de vida integral con las tres E: equilibrio, equidad y eficacia. Se empieza a perder el equilibrio cuando dejamos o permitimos consciente e inconscientemente que otros sean los responsable de su felicidad, de su vida y de su accionar social. Ninguno de estos planteamientos lo tiene claro, ni lo asume el dependiente. Una dependencia es una actitud, una conducta o un comportamiento acompañado de un impulso que se hace recurrente, donde la persona no sabe cuándo parar, cómo controlarlo y, mucho menos, cuándo dejarlo, aun sabiendo que le es dañino o perjudicial.
Así pasa en la dependencia con las drogas, el juego, en las compras compulsivas, en la pornografía; pero también pasa en la dependencia emocional con las personas tóxicas con los amigos tóxicos, con grupos tóxicos, etc. Donde no sabemos ni aprendemos a cómo salir de ellas. Así se establece la codependencia, una vida complementada y atrapada desde la disfuncionalidad, desde la patología y desde la necesidad enfermiza de vivir en la piel de la persona que nos maltrata, nos desconsidera, nos irrespeta y nos desgaste emocionalmente. Pero hay que ponerse en los zapatos del dependiente para entenderlo. Sencillamente el tóxico(a) sabe perfectamente del talón de Aquiles, o sea, sabe de dónde cojea, identifica y olfatea las debilidades de su víctima que, con el tiempo, aprende a descontrolar, le tira el anzuelo, la jala para un lado y para el otro, la desafía y la confronta porque reconoce sus miedos, sus temores e inseguridades de toda la vida.
El dependiente vive paralizado, no sabe cómo identificar sus propósitos y prioridades, sus metas ni objetivo de vida. La otra persona, le administra el aire emocional, la voluntad, la economía, la sexualidad, la motivación, el futuro y el presente. Es duro reconocerlo, pero así funciona. De esa forma cruda se lo he explicado a mis pacientes que he acompañado en el crecimiento personal a través de la psicoterapia, víctima de una codependencia con un alcohólico, un ludópata, un cocainómano, un psicópata o una persona perversa y tóxica.
La anatomía de la persona codependiente hay que buscarla en sus miedos, su baja autoestima, su inseguridad, su vida analítica, su ausencia en la autodefensa, en la autodeterminación, y su defensa en analizar, justificar, racionalizar su comportamiento con la dependencia. Literalmente, los dependientes no cierran duelos, no terminan procesos, no ponen distancia, no establecen límites, no dicen jamás, etc.
Es una vida paralizada en el tiempo, es circular, es recurrente, con anemia emocional, desgastante y sufrible, pero no sabe qué hacer, ni por dónde empezar, o cuándo terminar. La dependencia emocional y la codependencia la viven cientos de miles de personas, que se deprimen, se angustian, padecen de estrés postraumático, de enfermedades psicosomáticas, de inadaptación y de una vida poco productiva, poco gerencial y disfuncional.
Pero lo esperanzador es que tanto en la dependencia como la codependencia se tratan, se puede aprender a cambiar de comportamiento, de mentalidad y de sufrimiento.
A veces hay que usar medicamentos y psicoterapia. La vida es corta. Hay que asumirla desde la felicidad, la dignidad, el sentido de vida, de libertad y de conquista, para sentir la pasión de vivirla, sin codependencia y sin victimización.

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