Con los pobres en la gatera
Cada vez es mayor la distancia entre la generalidad de la gente que es de condiciones de vida mayormente de segunda y tercera, y aquellos que le sirven desde el Estado como unos patriotas Premium o de alto nivel de ingresos.
No importa cómo se llame el lugar del país, ni lo evidente que aparezcan sus carencias: Jumunucú, Tábara Abajo o Paloalto. Allá encontraríamos a alguna autoridad que salariamente rivalizaría con quien haga igual función en Litlle Rock EUA, o en un cantón suizo.
La democracia a la criolla es en buena medida una carrera o competencia en la que aquellos que votan siempre quedan muy atrás a los votados.
Una importante proporción de los sufragantes estaría, si a calcular fuéramos, en la categoría de motochoncho; pero su decisión en las urnas hace parir muchas yipetas, sueldos altos, viáticos, subsidios para combustible, abundante dinero para promoverse, ascender políticamente o perpetuarse. A mas de generosas exoneraciones.
El privigilegiado tutumpote de la post modernidad , que se nutre y debe tofo a una singular forma de beneficiarse del poder, no sabe lo que es vadear un río amarrado de una soga porque al puente se lo llevó la corriente.
De igual manera, el ciudadano de monte adentro o de un atroz suburbio no conoce a lo que sabe un filete con champiñones del restaurante Sherezade; nunca se ha topado con una copa de Moet & Chardon y le sería difícil imaginarse con detalle lo tranquilo y confortable que se está en un penthouse o en una quinta.Lo que debería saber el pobre que se afilia a causas políticas es que sin sus embullos electoreros de cada dos años, y sin el trabajo de los de abajo que al fisco nutre, esa vida de abundancias y deleites de unos pocos no fuera tan fácil de alcanzar.