LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

Declaro a la “Era de los automóviles” como etapa de la civilización que llegó al país sin que muchos  pobladores estuviesen  preparados para la aceleración intempestiva y el frenado imprudente. A un buen número de homos sapiens criollos, que con sus acciones desmienten que la evolución vuelva necesariamente a los individuos más inteligentes y comedidos, no les preocupa que a los automovilistas que avanzan detrás  de ellos les sorprenda  una parada atroz.

He observado los rostros de algunos “tipos del volante” que  debieron quedarse en los tiempos  de las cabalgaduras, o llevándoles más atrás, a los del leño con espinas del  expedito Trucutú. Aunque pensándolo bien, Pedro Picapiedra les quedaría grande como ente adaptable a los tiempos.

A un chofer público que escapaba de atropellar a dos peatones y que pudo ser atrapado porque se le dañó el armatoste, le noté los carrillos inflados por exceso de empanadas, la barba sucia y los dientes menos de un ser incapaz de cuidarse a sí mismo; mucho menos a los demás. Increíblemente tenía todos sus documentos “en regla” (?) prueba de que el fracaso de la falta de orden en las calles comienza con un Estado que documenta a los ineptos.

Pero me he enfrentado también a la faz  desconsiderada del imberbe, hijo de ricachón, que brutalmente corre y compite destruyendo la seguridad y la paz en las avenidas. Consentido de tez clara y ropa a la moda que sería envidiado por  los  bárbaros de antaño  que con rapidez cortaban el cuello a sus enemigos, pero que después de cada correría no disponían de  un padre amoroso ni de  unas autoridades  despantalonadas  para protegerse.

nelsonmarrero@hoy.com.do

Publicaciones Relacionadas

Más leídas