Percibo con decepción que la naturaleza carece de equidad y que marcha en línea contraria a la globalización, refunfuñando grotescamente porque los hombres se empeñan en alianzas, contubernios multilaterales y asociaciones internacionales a favor del clima y por las metas del milenio para superar males comunes. La geofísica nos indica que el Planeta está en otra onda. La Tierra tembló dura y despiadada contra Haití, casi selectivamente, con epicentro de poca profundidad y cercano a la mayor y endeble concentración poblacional. El balance mortal no tuvo parangón para la humanidad. Pese a la escala Ritcher de valor alto, la sacudida chilena inmediata se comportó de otra manera. Hubo para la patria de Neruda la misma consideración con atenuantes que hubiera merecido la de Jacques Roumain.
La zona del Caribe vive este momento la crueldad de temperaturas extremas y sequía. Ríos menguados, cosechas en extravío y acueductos acosados por la sequedad. En cambio, al Sur del Ecuador, las favelas brasileñas son destrozadas por una pluviometría diluviana. Están allí las antípodas a los pesares que por falta de agua sufren los antillanos. Pero la tirria a lo homogéneo en el Reino de la Creación no es nueva en materia de recursos naturales.
El frío nórdico favorable a los cerebros de Albert Einstein, Wember Von Braun, Isaac Newton y Sigmund Freud, puestos al servicio de los avances de la ciencia, nunca ha bajado al cinturón del Trópico. Nunca anduvo por Abisinia incentivando el interés por las matemáticas. Prefirió determinar un mapa de desarrollado desigual con prosperidad en las cercanías de los polos. La Madre Tierra optó además porque hubiese mucho petróleo en los subsuelos de los gobiernos revoltosos, para hacer posible un Petrocaribe como punto de apoyo a las consignas desestabilizadoras de Hugo Chávez.