LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

Un país y  las dos formas de  mirarlo
En la placidez de un hotel de playa con cocoteros, luz radiante y  platos y bebidas sin medida, el recuerdo de los caminos que condujeron a ese paraíso no deberían sobrevivir a cuatro cocteles porque entonces  el turista se marcharía del país con una impresión de incongruencia a la que no está acostumbrado. Y es que persisten los bolsones de miseria y caos urbano en la cercanía de los  esplendores geográficos.

La visión de  realidades inconexas de una República que se desdobla al parecerse a Miami al mismo tiempo que a  Haití resulta intrascendente cuando son los propios dominicanos los que van de huéspedes a los resorts de magia tropical.

El viajero nativo llega a los placeres de Bávaro o Puerto Plata casi con carácter de sobreviviente. Si no murió de un infarto el día anterior al fracasar por centésima vez en el intento de legalizar un título de propiedad, llegará agradecido y conforme, a tomarse una tregua en el desastre.

Si vio a tiempo, en una oscura carretera una patana mal estacionada y con un rápido viraje  escapó de la muerte junto a su esposa, cuatro hijos y dos sobrinos, a ese quisqueyano valiente le va a parecer que su país vale mucho la pena aunque solo sea por sus hoteles y balnearios excelentes.

Me consta que algunos amigos se van de fin de semana a  fascinantes retiros de veraneo para salir siquiera un poco de las calamidades de una república secuestrada por politiqueros, trabada por el clientelismo y azotada por la delincuencia. Saben que van a volver debiéndole mucho más dinero al banco, pero entienden que ese lado gratísimo de La Hispaniola también les pertenece.

horacio@hoy.com.do

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