LA COLUMNA DE HORACIO

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Miradas indiscretas en una ciudad a desnivel

Hay zonas de la ciudad que efectivamente son  incoherentes mezclas de planos y alturas y de usos de suelos en conflicto. Puede que una sobria y decente farmacia esté situada justo a lado de un centro de lenocinio.

He visto estrepitosos talleres de mecánica que se desbordan hacia aceras en competencia con el espacio adyacente de un salón de belleza. El horror de las máquinas contra la delicadeza de los maquillajes femeninos. La Plaza de la Salud desplazó a los caballos, jockey y apostadores del ex hipódromo Perla Antillana pero el entorno de negocios tumultuosos  y disímiles, camiones-cisterna y gentío acelerado hacia diversos focos de atención quedó allí negando paz y orden a  las cercanías del centro médico.

Contra la placidez de una familia (rica o media) que eligió residir a nivel de suelo a despecho del culto a las alturas de repente es plantado un gigantesco colmenar de ventanas y balcones poblados de mirones. Allí podría aparecer gente que en un momento dado proclame saber el color de la ropa interior que la señora llevaba ese miércoles al salir para el trabajo.

Luego podrían escucharse los comentarios maliciosos sobre la tía que, en su conservador estilo de vestir no dice nada pero que vista al descuido al salir al patio a tender opacaría a Sofía Vergara. Y quizás hasta valdría la pena que nos llegue el runrún de condominio sobre el abogado de verbo enérgico y polémicas encendidas en audiencia, capaz de llegar en ocasiones a desafiar a sus colegas pregonándose valiente y “superdotado”, dispuesto  a resolver en estrado o fuera de él. Habría que oír lo que digan los fisgones. ¿Qué tal se ve el jurista en calzoncillo atlético?

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