En busca de impacto visual para ganar la campaña
Es una perspectiva que tiene aceptación y algún poder de convencimiento: el aspirante que llena las calles de gente haría lo mismo con votos en las urnas. No se trata sin embargo de situaciones que deban ir estrictamente de la causa al efecto. Un tumulto de 60 mil personas, más una importante presencia de vehículos, banderas y 15 mil individuos ajenos que se paran a mirar, serían suficientes para darle categoría colosal a cualquier movilización partidaria
y hasta para tomar de nuevo la Bastilla y cambiar el curso de la historia de la humanidad.
Pero también se puede llegar a otras conclusiones atendibles: para llenar tres veces consecutivas al estadio Olímpico no se necesitarían más de 150 mil personas, las que resultarían una ínfima parte del enorme apoyo que se requeriría para ganar unas elecciones.
Como indicio importante de popularidad, los aluviones humanos, popularmente llamados gentíos, valen para generar esperanzas en los corazones.
Pero que quede claro que el partido con perspectivas de obtener un millón de votos, y aquel que se alzará con dos o más, tienen, lógicamente, las mismas posibilidades de llenar el malecón de bote en bote. Lo cuestionable es que todos en su momento proclamen que por eso, su victoria está sellada.
Es evidente que algunos políticos creen que para ser exitosos tienen que llegar siempre al tupé de manejar los indicios a favor de sus causas.
Gritan, patalean, objetan cada resultado de encuesta que les sea adverso, pero a continuación dan la máxima difusión, e invierten, para que se conozcan conteos de excepción que les pintan el panorama rosado que ellos prefieren como verdad.