Hazañas para superar la de panes y peces
Lo tolerable de la crisis mundial de precios con una inflación que llega por los cuatro puntos cardinales es que estamos en campaña electoral y la magia de los discursos alivia las penas aunque solo sea en teoría. Y como no solo de pan vive el hombre, es aceptable luchar por el alivio imaginando que con una victoria de Amable, las lluvias podrían pasar a contener elementos sólidos para provecho de las cocinas.
Algo más: quien escuche al ingeniero Miguel Vargas Maldonado hablando de que bajaría el costo de la vida, subiría el gasto social y reduciría, a troche y moche, los impuestos, tendría que recordar que el Rabit de divinos poderes se limitó modestamente a multiplicar una carga de panes y peces y a convertir en vino apenas unas garrafas de agua.
Algunos anuncios de prodigios de campaña se diluyeron de una vez. Tras el espanto de noticias sobre pollos que pasaban de los 45 pesos libra, se hizo saber que la ola inflacionaria en cuestión sería seguida por otra de unidades de transporte que llenarían los barrios de carne blanca de fácil adquisición. Por desgracia, la proporción de camionetas de asistencia social resultó de: una por cada 743 voladoras a cargo de choferes con instintos destructivos, o por cada 3,980 motoconchistas; o por cada 900 patanas a exceso de velocidad.
Es decir: la prestidigitación oficial de abaratar el costo de la vida mediante acciones callejeras resultó demasiado chica en comparación con los usuales peligros urbanos. Yo recomiendo a muchos electores que no desesperéis, que aguarden los cuernos de la abundancia asociados a triunfos electorales preparando sopas de fideos bien resguardados en sus casas.