Endureciendo la campaña
El voto duro de los partidos es, por lo que puede verse, ruidoso, inoportuno y sumamente caro para la nación; violador del secreto del sufragio y obstaculizador del libre tránsito, al mostrarse en turba-multas por las intersecciones para pregonar preferencias y compromisos con los candidatos.
En cualquier momento de esta campaña en que el ciudadano amante de la paz y el orden, va rumbo a sus obligaciones o asuetos, puede aparecer una multitud compuesta por quienes ya se dicen convencidos por el morado, el blanco o el colorado, algo que ni nos va ni nos viene; y peor aún, nos irrita porque se trata de un burdo comportamiento para influir en los demás
Yo en particular, nunca he perdido de vista que el voto duro existe a costa del blando. Del ciudadano que no rehúye el pago de impuestos y se resigna pasivamente a que miles de millones de pesos producto de sus contribuciones alimenten el proselitismo.
Obsérvese que, por demás, ahora funcionan unas novedosas transfusiones de papeletas para endurecer contundentemente la decisión de votar por el oficialismo.
Para que ese dinero llegue a su atropellante destino se han creado unas eufemísticas brechas que la gente común llama Nominillas, aludiendo a una pequeñez que no es tal. En este país nunca puede ser poco aquello que se va a repartir en beneficio de personas que no trabajan para merecer lo entregado.
Cuentan que por ese motivo una especie de desnutrición partidaria se ha vuelto crónica en los alrededores de los comités de base, y que a los sitios de distribución de tal ayuda llegan en oleadas unos individuos que alegan que súbitamente perdieron el entusiasmo por la reelección. Periódicas succiones al Fisco sanan sus desalientos.