LA COLUMNA DE HORACIO

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Algunas disquisiciones sobre el sentido de austeridad
El corte esencial para que haya colectivamente menos gastos habría que darlo en el cerebro de alguna gente. ¿Qué hago con sudar en ahorrativas caminatas matinales si de cada ocho vehículos que pasan raudos por mi vera, tres son de gran carrocería y alto consumo? En las gasolineras encuentra usted unos cuantos automovilistas de máquinas ligeras con cara de preocupación. Van a salir vivo del aprovisionamiento que procuran pero llegarán a sus casas en la inopia. En lo que les llega turno verán el chorro de combustible que reciben unos mastodontes de metal con individuos  al volante que por sus ingresos y gastos, tan encima del promedio, no les preocupa desperdiciar. “¡Es con mis cuartos!” dicen.

     La frugalidad extrema existe hace tiempo en esta sociedad. Cuando en un minibús destartalado en el que solo deben viajar 32 personas meten 48, se le está sacando un rendimiento extra  de 16 al estándar de fábrica. Cuando una familia de parte atrás va al mediodía al encuentro con un solitario locrio de sardinas podría estar contribuyendo  a reducir los altos y dañinos costos económicos y ecológicos de la ganadería. Lo malo es que su “acción austera” no detiene la producción de filetes por que las reglas del establishment y del ejercicio del poder siempre envían hacia unos cuantos bolsillos lo que deja de llegar a otros muchos.

     Aquí las enfermedades catastróficas se llevan varias vidas al día,  una luctuosa causa de ahorro, pues lo cierto es que los enfermos sin acceso a la atención especializada no hacen mella a la liquidez del sistema.  Cero gastos elevados en medicinas y divisas y menos ingreso para los príncipes y dueños de los servicios clínicos que viven a cuerpo de rey, con cero austeridad.

horacio@hoy.com.do

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