Hipotecando los tributos
La igualación de los políticos es arrasante, y aunque unos puedan tener más aceptación que otros, lo que más hacen todos es repartir ofertas de bienestar y realizaciones que tendrán que pagar los contribuyentes.
La nueva uniformidad de las propuestas acaba de salir de una semi-clandestinidad. Se trata de una tarjeta Solidaridad completamente exenta de peledeísmo y que no implica un uso proselitista de los recursos del poder que está presente sino del que eventualmente tendría el patrocinador de esta insólita novedad que es el PRD, si gana las elecciones.
Se reparte hoy pero su efectividad es a partir de septiembre, y como ya las tarjetas del clientelismo inicial, de dominio oficialista, probablemente están agotadas, estas sucedáneas de la oposición tendrán buena salida.
El vil metal siempre encuentra algún lugar en la conciencia, incluso en aquellos a los que les urge para comer aunquesea después del 16 de agosto, como se indica en el extraño vale o pagaré.
Nosotros, que pagamos impuestos por los ingresos y por cada consumo en que incurrimos, ya somos de la misma utilidad para mansos y cimarrones. De nuestras costillas han salido los recursos de la Solidaridad original. Pero como la oposición confía plenamente en nuestra salud y dedicación al trabajo dando por seguro que no vamos a desaparecer de la vida productiva- ha puesto nuestros tributos del futuro en sus cantos de sirena. Ese afán que muestran los candidatos en saludar con gran despliegue de brazos y sonrisas a todo el que encuentran en la ruta de sus caravanas no es más que un cálido agradecimiento a quienes realmente pagan sus fiestas. Es una forma de ellos decir: ¡Sin ustedes, buenos pendejos, yo no tendría la más mínima esperanza!