Infame escala de consumos
En el laberinto de las mediciones económicas existen, como ya sabemos, lo micro y lo macro. Cuando los pollos y huevos están prohibidos de cruzar la frontera, se trata de un problema al por mayor. Pero cuando se percibe que infelices dominicanos situados de este lado no tienen dinero suficiente para comprar esos alimentos que se quedan, la culpa es de la pequeñez en el ingreso de numerosos criollos.
Allá los ácidos gástricos no encuentran uso por miedo a la gripe aviar, y aquí porque a pesar de que nos reímos de esa fobia tonta, muchos no tienen, micro económicamente, poder de compra para demostrar su fe en la avicultura local.
Podría uno mirar hacia algún otro renglón de la economía y descubrirá que las estadísticas son una birria. Si en una semana hubo activa demanda de autos Jaguar y todoterrenos Montero, de inmediato se hablará de un déficit de cuenta corriente en el comercio exterior. Pero usted, lector, puede estar seguro que si a Juan Hubieres le incautan 60 minibuses por incumplimiento de pago, el tormento de la falta de locomoción en los barrios no aparecerá en los gráficos del Banco Central.
Es probable que el vendedor de frutas que en estos momentos esté pasando por el frente de la casa padezca, por la forma en que contrae la cara, un tremendo dolor de cabeza que para él, justamente, es algo muy grande. Macro, digamos. Pero como los guineos y piñas de su mínimo y rodante negocio no se han vendido todavía, le falta liquidez para detenerse en una farmacia a realizar una micro operación de compra que en él tiene toda la significación del mundo. En cambio, para los gurús de la economía, las dolencias de los pobres tienen qu e ocurrir por muchos miles para que puedan aparecer en sus contabilidades.