LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

El poder disuasivo-represivo del garrote  -un término que alude por igual al  fusil de infantería   y a la macana- es inherente al despotismo en que esta sociedad echó los  primeros dientes. Luego vinieron otras “denticiones” que han respetado la esencia de ese  pasado, porque la mayoría de los gobernantes  y las estructuras de que han dispuesto para “seguir a caballo” no han sido más que entes evolutivos hacia algún estadio institucional que deje atrás definitivamente a Trujillo.

Algunos podrían creer que bastaría con alinearse con los “desalineados” para que parezca que ya sobrepasamos  el nivel primario del desarrollo. No importa cuán “luminosos” sean los viajes  de Estado y las coincidencias con el antimperalismo universal, si aquí no hay luz suficiente para celebrarlos.

De año en año rompemos récord de intercambios de disparos para acabar con la delincuencia burda, no con la refinada. Aunque les llaman policías a los que hacen eso, las técnicas de aniquilación son propias de tropas militares.

Soldados grises que creen más en cuartelarios modales para obtener  confesiones que en hacer investigaciones. Nuestros agentes son renuentes a dejar de parecer castrenses. ¿Qué general va a ver con buenos ojos que en vez de llamarles tales los traten con una nomenclatura de “inspectores” en ropa de paisano, sin los símbolos impresionantes  de las charreteras y kepis rameados? ¡No juegues Magino! De lo civil sólo le atraerían los sombreros del estilo Zelaya y las vaquerías de la “puesta en retiro” que se aproximen en calidad a la que tenía el Jefe en la hacienda Fundación.

Además, aspirar a general con todos sus beneficios siempre aparecerá en muchas agendas personales. He ahí una de las membresías que todavía carecen de topes en este país.

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