Autogestiones muy lucrativas
Según los hechos y números a la vista, en este medio la solidaridad que en la práctica arroja más frutos contantes y sonantes no es la de las tarjetas sino la de los regidores, síndicos, legisladores y ejecutivos de flamantes entidades públicas que se ponen de acuerdo a cada rato para lograr que sus sueldos y otros beneficios del paquete se trepen por los gráficos estadísticos hasta niveles récord en el continente.
La democratización del poder, la que supuestamente se encamina a lograr que sectores ciudadanos sean más independientes en la conveniente toma de decisiones, está generando cotos geográficos y burocráticos en los que una diversidad de políticos se auto benefician acrecentando sus remuneraciones en contraste con la situación de la mayoría de la gente que les rodea, que gana mucho menos o está en la pobreza. Se comportan como islas de poder de nuevo cuño. Y a qué precio.
De la seguridad social se quejan todos los vivos que deben recibir sus servicios, mientras otros, también vivos pero en un sentido más amplio de la palabra, dominan el engranaje del sistema, muy nutrido por miles de millones de pesos de cotizaciones, y pueden llevar niveles de vida que vendrían a ser propios de Suiza, al tiempo de que muchos de los que aportan a la tal seguridad, se encuentran sometidos a una existencia que harían recordar a Somalia, a considerable distancia de los Alpes.
Gracias a la descentralización que ha dado autonomía a parcelas del Estado, y a la alta concentración de partidas presupuestarias que alimentan el presidencialismo, el único recurso de este feudalismo del ingreso traído por la modernidad que podría abundar para el pueblo en sí es el agua, siempre y cuando alguien vuelva a equivocarse al operar embalses.