La Columna de Horacio

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Alianzas y metales
Con más tela que gente en las esquinas, y más caravanas ruidosas que personas sentadas en los vehículos que participan, los mercadólogos del proselitismo logran con frecuencia que el efecto visual engañoso supere  al contenido.

Los que más apuros tienen lógicamente en parecer populosos son los minoritarios  o muy minoritarios que pretenden aprovechar  estas últimas oportunidades de alcanzar un pedazo del pastel que los grandes cultores del transfuguismo ponen ante sus ojos. ¡Sumar, sumar, sumar! diría el liderazgo desde el usufructo y las ventajas de la cosa pública. Así, a cualquier oportunista tiene que ocurrírsele juntar unas cuantas letras para siglas e improvisar otra supuesta diferenciación en el espectro que mezcle el rojo con lo morado, preferiblemente.

Con poca inversión en gorras, palos y pañoletas, combustible para las yipetas de amigos que aspiren a la absorción de mieles que aparecen en los cotos estatales, puede crearse la impresión de que , acaba de emerger una entidad partidaria.

El aguardiente y unas claques de alquiler capaces de llenar la avenida de gente  que dispone de motocicletas, aunque no de un verdadero ánimo de apoyar al que le paga, la tramoya se completa.

En este mercurial activismo político ya las alianzas no vienen de acero sino de plata, contante y sonante. Los que se suman no traen estrategias novedosas para impulsar cambios y mejorar la sociedad. Tanto al que llega como al que está lo domina una predilección  por los sueldazos de ahora. De las coaliciones se podrían decir algunas cosas negativas, menos que carecen de homogeneidad.

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