LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

De existir, efectivamente, la posibilidad de que alguna percepción termine por alejarse mucho de la esencia o realidad de las cosas, ello no debe ser motivo para restarle valor a las apariencias como regla general. El enriquecimiento veloz tiene síntomas distintos al que viene del tezón en el ahorro y el trabajo. De Toyota-86 no puede  pasarse de sopetón a Mercedes-2008 prescindiendo de “indelicadezas”.

La mejoría debe hacer transición con escala en la “Station” de apariencia moderada o en una buena yipeta pero de segunda mano y modelo de mediado del decenio. ¿Cómo es que ahora gastas mucho dinero y nunca se ve la forma en que lo ganas? No me digas que eres contratista millonario sin haber estado nunca en el renglónde la Construcción. Por lo visto, en nuestra cultura los encumbrados por vía de la política y el poder se sienten inmensamente desolados si su ascenso queda como algo demasiado personal y de disfrutes sin compañias, con hermanos, primos, cuñados y amigos rezagados en la crujía.

El cuerno de la abundancia operará entonces para ellos aunque luego dé una brega del carajo cuadrar el derroche con las auditorías serias. O lo que es peor: que las indiscreciones  se cuelen para  mostrar, periodísticamente hablando,   signos de realidad a lo que previamente eran meras percepciones. Las gafas oscuras de la consorte de un bebedor de mal cáracter, violento y posesivo, dan mucho más que idea de lo que ocurrió la noche anterior en sus aposentos.

El funcionario que se lleva  a la casa un cocinero con cargo al Erario no tendría que explicar después de dónde salieron las langostas.

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