LA COLUMNA DE HORACIO

LA COLUMNA DE HORACIO

En el vaivén local de la existencia, los inmigrantes haitianos pasan por desgracias estacionales en virtud de una injusta interpretación del “espíritu de cuerpo”. Un sentido extremo de pertenencia a  la foránea nacionalidad lleva  a algunos grupos a querer responsabilizarlos a todos por lo que haga uno solo de ellos.  Se  reacciona vengativamente contra paisanos del vecino Estado tan pronto se atribuye tal origen a algún supuesto homicida que huye.

Sin embargo no se nos ocurre emprenderla colectivamente contra nosotros mismos a pesar de que nosotros mismos –s i a ver vamos- somos los que más daños nos hacemos. “El hombre es el lobo del hombre”, dijo Thomas  Hobbes.

De todos modos  hay que atenerse a la individualidad de la  culpa.  No guardemos rencor a nuestros conciudadanos a pesar de que varios de ellos, convertidos en bandoleros, cometieron asaltos anoche en diversos puntos de la ciudad.

Y hubo otros que en vista de que la luz se va todas las noches en sus sectores, arrojaron piedras a los automovilistas desprevenidos causándoles  roturas a sus vehículos.

Generalmente los  negocios de todos los tamaños  que se extralimitan en la búsqueda de utilidades  y esquilman nuestros bolsillos son de capital  suscrito y pagado cuyos dueños son de puro origen nacional.

El desorden de transito con extendidas violaciones a la ley que causan muertes y aterrorizan a la gente respetuosa es también  de factura criolla.

Se trata probablemente de individuos  que militan en los múltiples partidos creados por dominicanos de pura cepa, que no cesan en honrar la enseña nacional, partidos éstos que nos hacen levantar muy tempranito cada 16 de mayo para que votemos por ellos y que luego arruinan a este país que dicen querer muchísimo, tanto como nosotros.

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